PORFIRIO Y 1988

Por Adriana Delgado Ruiz

Porfirio Muñoz Ledo era un hábil constructor de alianzas, negociador de colmillo largo y defensor fiero de sus posiciones políticas. De esas habilidades salió el legado que dejó para la historia.
La elección presidencial de 1988 marcó el fin del régimen autoritario de partido casi único e inició la transición hacia la apertura democrática y la alternancia en el poder. En esos comicios, Porfirio fue el estratega político detrás de la unión de la izquierda que se quedó a muy poco de poner a Cuauhtémoc Cárdenas en la Presidencia de la República.
“Invito a Carlos Salinas de Gortari a negociar”, convocó Cárdenas públicamente tras aquella jornada electoral que dejó una sensación generalizada de fraude y caída del sistema. Y aunque muchos en la izquierda preferían el camino de la resistencia, lo poco sabido es que Muñoz Ledo sí negoció.
La anécdota la cuenta Diego Fernández de Cevallos: “Cuando yo iba entrando a Los Pinos, iba saliendo el Licenciado Porfirio Muñoz Ledo. Y él con la ironía y el ingenio que le caracterizan, sencillamente me dijo: ‘Hay una gran diferencia. Las reuniones de ustedes son secretas, las de nosotros son discretas’”.
Porfirio conocía a detalle el engranaje del poder. Lo explicaba así: “yo sostengo que el sistema político mexicano se caracterizó por una dominación de los factores del poder y por una red que le permitía procesar y negociar los estereotipos sociales en la medida de lo posible”.
Hace unos años, dirigí y produje una trilogía de documentales sobre los protagonistas de aquel 1988: Cuauhtémoc Cárdenas, Manuel Clouthier y Carlos Salinas, en que develamos las claves de ese momento histórico. Es posible verlos gratuitamente en el canal de YouTube de ADN Opinión. (https://www.youtube.com/@ADNopinion)
Hombre del poder que incluso había sido dirigente del PRI, Porfirio cayó de la gracia presidencial cuando, siendo embajador ante la ONU, protagonizó un zafarrancho callejero en Nueva York por el que no fue detenido dado que se acreditó como diplomático.
Ya en México, se alió con Cuauhtémoc Cárdenas para formar la Corriente Democrática del PRI, que pugnaba por la consulta a las bases para la designación del candidato presidencial.

El final de esa historia fue su expulsión del partido. El papel de Porfirio Muñoz Ledo, entonces, fue el de usar su habilidad negociadora para articular todo el entramado de vertientes y personajes de la izquierda hasta entonces tradicionalmente enfrentados para formar el Frente Democrático Nacional.
Heberto Castillo, líder histórico de la izquierda mexicana, entregó su capital político y su candidatura presidencial a su exalumno de ingeniería, Cuauhtémoc Cárdenas, como la mejor oportunidad para el crecimiento de su movimiento.
Porfirio era tan hábil que tras el triunfo salinista unió a Cárdenas con los otros dos candidatos opositores, Rosario Ibarra y Manuel Clouthier, para hacer un mitin frente a la Secretaría de Gobernación donde leyeron un “llamado a la legalidad”.
El cometido presidencial no se concretó ese año, pero inauguró el principio del fin de un régimen y la llegada de la alternancia. Convicción o un hombre y su circunstancia, ese es el legado político de Porfirio Muñoz Ledo.
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