POR: FREDDY SERRANO DÍAZ
Hace unos años en un país distinto al mío, sin salir de mi asombro, ví como en distantes y frías oficinas de las capitales, dirigentes de partidos hacían alianzas para preparar las elecciones, mientras tanto el votante de a pie, esperaba un acuerdo con él, nunca por debajo de la mesa, en respuesta a los intereses de todos y no de unos pocos que con argucias pactan montar y desmontar cacicazgos.
Parece un tema de nunca acabar, es la misma realidad de cada cuatrienio, la galería estos días es “la feria del aval”, la entrega de documentos en fotos sosas y aburridas mientras el elector espera la opción que los represente más allá de banderas e ideologías.
Aclamaciones, aplausos y vitoreos proliferan en el activismo, contrastando con la censura y abucheo de los que rechazan la politiquería tradicional, esa que será vencida con votos, nunca con ausentismo y menos con sentimiento romántico.
El problema para los nuevos, surge cuando no basta con ser innovadores, diferentes, distintos, “menos de lo mismo”, pues por cuestiones de ego, vanidad, soberbia y hasta de inocencia, no han entendido: “la política es una guerra sin armas”.
Son tan prístinos, originales, transparentes, cándidos y en algunos casos ilusos, que hasta dan ganas de condecorarlos, ahora, la historia advierte que deben revestirse de experiencia, construir estructuras, garantizar una financiación adecuada y dejarse ayudar, la razón, los políticos son expertos en hacer política, ese mundo nuevo donde quieren irrumpir con las insuficientes buenas ideas.
Hasta hoy muchos pensábamos que la clave sería el escenario digital cada vez más saturado de contenido repetido y ocurrencias ociosas, pues no, el territorio y el contacto directo ha vuelto a ser protagonista.
“Yo no soy un político…”, le oí decir a un candidato, pues bien, desde su inscripción lo será, la misión: conectar con la gente, multiplicar y no dividir, hacerlo diferente… “MEJOR DIFERENTE”.