Los caminos al poder de la República

Por: Pedro Isnardo de la Cruz y Juan Carlos Reyes

 

“Estoy luchando para conservar el gobierno, no para derribarlo. Estoy luchando en especial para evitar que otros lo derriben. Por eso digo que si vivo, seguiré siendo Presidente y quien haya sido elegido para ello constitucionalmente en noviembre, será debidamente instalado como Presidente el cuatro de marzo; y en ese intervalo haré todo lo que pueda y sea necesario para afirmar el timón, para que el próximo viaje empiece con las mayores posibilidades de salvar el barco.”

Abraham Lincoln, respuesta a una serenata por un grupo de ciudadanos de Maryland, 19 de octubre de 1864.

Avanza el calendario, los actores van tomando su espacio y ejecutando el papel que les toca representar en la gran obra: la elección presidencial del 2024.

El Director de Orquesta ejecuta la partitura con gran astucia y eficacia, organiza a los músicos y los conduce con cadencia casi perfecta.

Hay músicos virtuosos ejecutantes de todos los instrumentos, la melodía suena -hasta ahora- armónica. Pero en política no hay ruta perfecta ni escenario único.

Es cierto que todas las corrientes ideológicas están representadas, ahí está la extrema izquierda de Noroña, la izquierda comunista de Claudia, la izquierda cenecista de Monreal, la izquierda pragmático vanguardista de Marcelo, y más al centro la izquierda moderada y moderna de Adán.

Del otro lado está la derecha moderada de Xóchitl, la derecha firme de Santiago y la extrema del Güero Velasco.

En el PRI la desconfianza hacia Alito crece, se fugan hacia el futuro sendos cuadros de distintos estados y al parecer, destacados Senadores abandonan el partido.

La Senadora Beatriz Paredes continúa en la disputa, no así la Senadora Claudia Ruiz Massieu.

En la Alianza llama la atención la decisión de la Senadora Lilly Téllez de abandonar la contienda interna, a pesar de que cuenta con muchos atributos de coyuntura para participar en una elección constitucional que se perfila entre mujeres.

¿Por qué razón la Senadora Xóchitl Gálvez decide dejar la ruta hacia la Jefatura de Gobierno de la Ciudad de México -proceso en donde aparece como favorita-, para aspirar a la candidatura de la Alianza por la presidencia, en donde todo parece que está dispuesto hacia la candidatura del diputado Santiago Creel?

Con el globo táctico de un canto de sirenas presidencial ¿ha logrado ser desplazada de la competencia por la Ciudad de México por la élite partidista de la Alianza?

Xóchitl tiene una carrera que parece impecable, aunque ya circulan negativos (¿fuego amigo?) respecto a su ascendencia con las élites priístas y panistas que han gobernado al país. Entonces ¿por qué arriesgarse?, ¿le alcanzará?

Es cierto que la trayectoria de Claudia por su paso por la capital será cuesta arriba para presumir logros, pero vencer la maquinaria guinda es una aventura colosal.

En caso de prosperar su aspiración ¿estarán dispuestos los jóvenes a acompañar a Xóchitl?, ¿logrará unir a todas las fuerzas opositoras y a la sociedad civil para detener un nuevo maximato?

¿Xóchitl logrará que la clase empresarial mexicana, sobre todo la cúpula, le apoye realmente?

¿Será aprobada por las élites políticas y económicas estadounidenses? ¿Vencerá el racismo reinante en esos círculos de poder?

¿La clase media dejará la pasividad y saldrá con intrepidez a las calles, a defender un proyecto distinto y un futuro esperanzador?

¿Marcelo y Luis Donaldo, sin mezquindad, terminarían por apoyarla?

Primeras interrogantes que surgen de la conciencia cívica de amplios grupos de ciudadanos libres, ante los desafíos consabidos que enfrenta la República.

Sin giro político. Anoche, mediante un mensaje enviado a través de las redes sociales, Enrique de la Madrid reiteró su decisión de continuar en la disputa por la candidatura de la Alianza, a pesar de los obstáculos -lease pactos de Alito-, lo que acaso fortalece su participación y posicionamientos bien vistos en élites empresariales y estadounidenses.

Cajón de Sastre

15 meses serán los tiempos del dominio de Martí Batres, el viejo líder comunista del CEU, al frente de la Jefatura de Gobierno de la CDMX. ¡Vaya desafío!

En la compleja Ciudad de México todo parece al límite: la delincuencia crece desproporcionadamente, las calles muestran mayor deterioro en su carpeta asfáltica y tienen cada vez más presencia de drogas; la contaminación del aire provoca más de 200 mil muertes por año y le resta 10 años de vida a todos sus habitantes.

La movilidad es una de las asignaturas en dónde no existen avances sustantivos, la población capitalina invierte en promedio más de dos horas y media al día en transportarse a su empleo o colegio.

El Metro atraviesa por el peor momento desde su creación en 1969, el presupuesto destinado a ese básico e indispensable sistema de transporte, debe estar en bardas, espectaculares, redes sociales o asesores extranjeros, pero no en lo que debe.

El drenaje es insuficiente, ante cualquier lluvia las alcantarillas son rebasadas y brota el agua negra a torrentes; la construcción de enormes edificios en zonas que no soportan mayor densidad de construcción sigue sin regularse; sigue la falta servicio de agua potable para miles de de capitalinos.

El servicio de transporte público es cada vez más obsoleto e ineficiente, el auxilio vial no existe, la presencia policial muestra déficits críticos de eficacia.

Pululan puestos de comida en cualquier esquina y sin un sistema de cuidado sanitario adyacente, existen apagones constantes porque es insuficiente el suministro de energía eléctrica para amplios sectores productivos y de servicios.

Ha venido a menos la planeación en la conducción de la ciudad y las políticas públicas en muchos ámbitos muestran evidencia de disfuncionalidad.

Los servicios médicos insuficientes, la entrega de medicamentos atrasada; los servicios educativos muestran signos críticos de desgaste y se apuesta a la hiperideologización de los contenidos formativos.

Se juega la Ciudad de México el ser un modelo de políticas públicas, de educación pública moderna, de gobernabilidad, de control de la inseguridad pública, un modelo de futuro para el país.