Por Miguel González Compeán
La ley dice muy claramente que las precampañas deberán comenzar la tercera semana de noviembre. El día de hoy estamos a 5 meses de que esa fecha se concrete. El partido en el poder, sin embargo, ha decidido defraudar la ley y hacer lo que cree necesario para mantenerse a toda costa en el poder.
Las reglas del juego democrático se crearon para dar certeza a los actores políticos, para orientar la lucha del poder y, sobre todo, para que la competencia electoral no se volviera el territorio salvaje. Uno en el que el actor que tuviera más fuerza o estuviera encumbrado en el poder, se impusiera a las demás fuerzas políticas en la elección, en la que de nuevo habría que decidir quién sería la nueva cabeza del poder público en nuestro país. Las reglas, entonces, lo que buscan es que haya la mayor equidad posible en la lucha por el poder.
Para hacerlas valer hay que estar de acuerdo con ellas, por eso se consensan, o sería deseable, todas las modificaciones a dichos ordenamientos, salvo que en la cámara tenga mayoría Morena, como es el caso. Seguidamente, la institución encargada, el INE, tiene que hacerlas valer, para lo cual tiene una serie de instrumentos y mecanismos. Y, de surgir un conflicto entre actores políticos, el tribunal electoral, entraría al juego para dirimir las disputas que surgieran entre actores.
Pues vea usted. En una mañanera, AMLO se vanagloria de su modernidad, señalando quienes podrían aspirar a sucederlo en el puesto de presidente de la república. Señala cuatro nombres, por todos conocidos. Los hace competir en y desde sus posiciones políticas y comienza el golpeteo entre ellos. Hacen giras a las que llaman visitas. Hacen mítines, a los que llaman conferencias. Hacen proselitismo, al que llaman contacto con la gente. Por fin llegan las elecciones de gobernadores de este año: Edomex y Coahuila. De ambas se pueden extraer muchas lecturas, pero dos son claras. Una: que no puede ir dividido Morena en una elección y que los números del Edomex, aunque ganó Delfina, no pueden ser para echar las campanas al vuelo (revíselos usted, vera que no todo es en favor de Morena).
El presidente decide, entonces, aislar del gobierno a sus corcholatas y las pone a placearse por todo el país, con la excusa de que será nombrado (a) la coordinación para la defensa de la transformación. Son las mismas que nos endilgó desde el año pasado, como posibles sucesores, dicho sea de paso.
Seguidamente invita a comer a los consejeros del INE y les pide el favor de que no consideren esto una precampaña. Es más, póngale reglas y digan que pueden decir y que no a mis corcholatas. Y ahí tiene usted, el INE le hace el favor y pone reglas: no pueden hablar de nada electoral, no pueden hacer proselitismo, no pueden invitar al voto y demás. Tan absurdas como las reglas que les impuso AMLO a sus corcholatas: no hablar con medios conservadores, no hablar de los otros tres, no hablar mal del gobierno, en fin.
Las corcholatas, no harán campaña, pero harán presencia por todo el país. No harán proselitismo, pero reunirán con empresarios, organizaciones obreras y campesinas. Harán reuniones a puerta cerrada donde no habrá prensa. Hablaran con el gobernador de aquel o este estado. Harán compromisos con líderes locales y en municipios. Irán a las comunidades a que se fije en las mentes de las personas el nombre, el nombre que hay que señalar a la hora de la encuesta.
O sea, están en precampaña, en ninguna otra cosa más. Con reglas o sin ellas, pero en precampaña. Brincándose la ley. Generando una ventaja indebida frente a las demás fuerzas políticas. Engañando al electorado con una elección de un puesto que no existe en los estatutos de su partido, y paseándose como triunfadores antes de que se dé la elección del próximo año. En fin, defraudando a la ley y al país entero. Nada más, pero nada menos también.