Laura Pinzón
La impunidad es una sombra oscura que ha acosado a la humanidad a lo largo de su historia. A pesar de los avances en el ámbito de los derechos humanos y la justicia, los perpetradores de crímenes atroces y violaciones de derechos han escapado de las consecuencias que merecen. Esta excepción de castigo ha estado arraigada en la historia de la humanidad desde los tiempos antiguos hasta la actualidad, debido a diversos factores como la falta de una justicia imparcial, la corrupción, la impunidad de los líderes políticos y la falta de rendición de cuentas.
Si nos vamos por ejemplo a la antigüedad, los líderes autocráticos y tiranos eran conocidos por cometer actos de violencia y represión sin ser castigados. Un caso icónico es el de Nerón, el emperador romano que persiguió a los cristianos y quemó Roma en el año 64 d.C. Aunque su comportamiento fue ampliamente conocido, nunca se enfrentó a un juicio justo ni se le exigió rendir cuentas por sus acciones.
En tiempos más recientes, durante el siglo XX, la impunidad se hizo evidente en eventos como el Holocausto. Adolf Hitler y sus seguidores perpetraron el genocidio sistemático de millones de personas, especialmente judíos, sin enfrentar las consecuencias legales adecuadas. Aunque algunos líderes nazis fueron juzgados en los juicios de Núremberg, muchos otros lograron escapar de la justicia y vivir sin ser molestados.
Ahora bien, si nos acercamos a nuestro continente, la impunidad ha sido una realidad dolorosa. Durante las dictaduras militares en países como Argentina y Chile en las décadas de 1970 y 1980, se cometieron numerosos abusos contra los derechos humanos. Desapariciones forzadas, torturas y ejecuciones extrajudiciales fueron moneda corriente. Sin embargo, incluso después de la transición a la democracia, la impunidad ha prevalecido y muchos de los perpetradores no han sido juzgados y condenados.
El contexto colombiano no es la excepción, la impunidad ha sido una constante en el conflicto armado que ha azotado al país durante décadas. Grupos guerrilleros, criminales y agentes estatales han cometido innumerables violaciones de derechos humanos, incluyendo masacres, desplazamientos forzados, violaciones, y desapariciones, entre otras acciones aberrantes. Y, aunque se han realizado avances en los últimos años, muchos de los responsables aún no han sido llevados ante la justicia de manera adecuada y, menos ahora donde sorprendentemente el Gobierno de turno ha anunciado por ejemplo, crear un fondo internacional para financiar al ELN.. Que lástima que estos super beneficios no sean aplicados a las miles de víctimas de estos terroristas que, hoy por hoy, siguen esperando perdón y reparación.
En conclusión, la lucha contra la impunidad requiere un compromiso firme por parte de los líderes políticos, así como el fortalecimiento de las instituciones judiciales y la promoción de una cultura de respeto a los derechos humanos. Es fundamental que los perpetradores sean llevados ante tribunales imparciales y se les impongan sanciones apropiadas para romper con el ciclo de impunidad, no que sean premiados o incluidos en fondos económicos; sólo así podremos construir un futuro en el que la justicia prevalezca sobre la impunidad y las víctimas encuentren la paz y la reparación que merecen.