En los últimos días se desató una polémica por la creación de las pensiones para adultos mayores, iniciada por el ex Presidente Vicente Fox, en la que aseguró que él fue el primero en echar a andar esa entrega de dinero en efectivo a los mayores. Creo que con justa razón, el actual mandatario lo desmintió y lo llamó mentiroso, un adjetivo del que él mismo es el mejor exponente. Aunque en este caso, sin duda alguna tiene la razón.
No encontré información que respalde la aseveración del guanajuatense. Pero en mis recuerdos pervive la imagen del ahora Presidente, que dedicó parte de sus programas sociales a la entrega directa de numerario, a personas de 68 años en adelante, cuando precisamente, Fox era presidente de México.
Recuerdo que fue una novedad y que anteriormente, el PRI también hacía entregas de dinero en efectivo con personal que acudía a las zonas rurales del país. En el estado de Guerrero, por ejemplo, se formaban largas filas de hombres que aseguraban ser propietarios de huertas de coco y sin más trámite, recibían una aportación. No había control ni se exigía comprobar nada. Simplemente se les entregaba el dinero y punto.
Las caras sonrientes se dejaban ver por todos lados. Principalmente en las cantinas, en donde celebraban la obtención del dinero más fácil. No era difícil tampoco suponer que en esas entregas disparatadas, mucho quedaba para los repartidores, que seguramente justificaban con el dicho de que ni siquiera les alcanzó, cuando era evidente el reparto a discreción. Pero eso ya es historia.
En la época de Fox, con un Presidente atípico, que despertó simpatías e ilusiones por su original forma de conducirse y de vestirse. Con una hebilla descomunal en el cinturón. Con botas puntiagudas y con un léxico que incluía palabras en ese momento altisonante, el entonces Jefe de Gobierno, hoy Primer Mandatario, tuvo la ocurrencia de entregar numerario. Seguramente con una finalidad preconcebida, cuya intención hoy es evidente.
De paso, la actuación de Fox fue tan especial, que en Estados Unidos no faltó quien lo declarara “loco border line” y quién no dijera que era el hombre que hacía para pensar y no pensaba para hacer. Tuve ocasión de verlo varias veces en diferentes reuniones en Los Pinos y estas dejaban mucho qué desear en cuanto a las actitudes y palabras de un primer mandatario.
Tuvo en sus manos la oportunidad de enviar a la cárcel al ahora Presidente y en el momento preciso, con toda la expectación popular, se echó para atrás. (Esto habría que agradecerlo) Un amigo me comentó que fue lo mejor, porque hubiera provocado un desbordamiento de emociones, con el inicio de una revuelta o algo parecido. “Aunque también, muerto el perro se acabó la rabia”, reflexionó.
Después del arribo a la Primera Magistratura, en 2018 y después de que el ahora Presidente comenzó a incumplir sus promesas —todas están grabadas—, con un giro de 180 grados, comenzaron las dudas entre la población pensante, con una buena porción de desconfianza, porque también comenzó a dar muestras de que sus famosas ayudas encubrían una intención deleznable.
Aparecieron cientos de videos que exhibían a Hugo Chávez como el auténtico y original creador de la verborrea que hoy practica nuestro máximo gobernante. “¡No me pertenezco! Es sólo una de tantas frases copiadas al venezolano, quizá porque en el arte de la oratoria y en otros rubros, demostró que era por mucho, mejor que el mexicano.
Pero esas circunstancias ayudaron a Chávez a abandonar sus supuestas intenciones originales y a convertirse en dictador y si ya habían dado muestras de ser efectivas, pues, ¿por qué no insertarlas en México para dar paso a otra dictadura? El pueblo bueno y sabio admitiría complacido ver a su gobernante perpetuarse en el poder, hasta que Dios decidiera otra cosa.
Y aunque ya transcurrieron más de cuatro años, la idea anterior aún no puede ser descartada. Aunque aún permanezca erguida la Suprema Corte.
Fuente: www.latitudmegalopolis.com