Por Armando Ríos Piter
Precipitados por el anuncio de Marcelo Ebrard Casaubon (MEC), los 350 consejeros nacionales de Morena se reunieron con la finalidad de definir el método para elegir a quien será su futuro candidato o candidata a la Presidencia de la República. Con la participación de gobernadores y aspirantes, se acordó la forma en que las llamadas “corcholatas” y los contendientes del PT y PVEM habrán de participar en el proceso interno. El acuerdo logrado surge a partir de 150 consejeros afines a Claudia Sheinbaum, 50 de Marcelo Ebrard, alrededor de 42 de Adan Augusto y una decena que son cercanos a Ricardo Monreal.
Más alla de la candidatura presidencial, la decisión de MEC abrió un escenario en el que el Movimiento de Regeneración Nacional, pondrá a prueba su naturaleza social y política. Morena no se ha consolidado como partido político aún. Su éxito electoral, se sustenta en la sumatoria de miles de liderazgos y dinámicas sociales descentralizadas, que han logrado imponerse sobre las formas tradicionales de hacer política. No obstante, esa amplia configuración territorial de base, caótica y contradictoria, se mantiene cohesionada principalmente en torno a la figura y decisiones de AMLO, quien al mismo tiempo insiste continuamente que “es el pueblo el que manda”.
Con base en lo anterior, vale la pena desglosar la naturaleza de la competencia interna que se avecina:
- Se ha anunciado que habrá una encuesta a público abierto. El eje central de la competencia consistirá en saber si la participación de la gente será libre o si persistirán los vicios del viejo régimen. ¿Habrá un candidata “favorita” o candidato “ungido” del presidente? Dado que en nuestra cultura política, persisten las sombras del “dedazo” y de la “cargada”, las contradicciones entre un movimiento horizontal y la gestión vertical del poder, podrían contraponerse a ojos de todos.
- Morena se construyó como un movimiento “horizontal y descentralizado”, frente al modelo “vertical y centralizado” que representó el PRI. Sin embargo, este diseño convive con el peso casi omniponente que significa la figura de AMLO.
- Pese a la esencia horizontal en la que conviven las fuerzas sociales que lo componen, en los hechos se percibe que las decisiones en ese partido tienen un fuerte contenido vertical.
- Por esta razón, aun cuando desde la conferencia mañanera se insiste en que “será el pueblo el que tomará la última decisión” a través de la encuesta, persisten las dudas y la sombra del “gran elector”. Los estrategas de Sheinbaum lo saben y por ello han querido montarse en la cultura presidencialista a través del logo #EsClaudia, con el fin de persuadir a la audidencia de que la decisión ya esta tomada.
- Adicionalmente, las aspiraciones de la Jefa de Gobierno, han sido impulsadas -con o sin el consentimiento del titular del Ejecutivo- por la estructura operacional en los estados que conforman gobernadores y presidentes municipales de color guinda. De esta forma, la promoción por Claudia se ha sostenido principalmente por la articulación vertical del poder, impulsando la percepción de que “es la favorita”.
- Es en este contexto, en el que reside la gran oportunidad de Marcelo Ebrard para ganar la candidatura presidencial. Morena es muchísimo más que la articulación vertical en torno a gobernadores y autoridades electas. Como movimiento social, es precisamente en el ámbito local en el que debe hacerse énfasis que pueden existir “favoritos” o “favoritas”. Si así fuera, no habría posibilidad alguna para quienes no contaran con “el visto bueno” del gobernador en turno, pudieran aspirar a ser regidores, síndicos, presidentes municipales o diputados locales. Bajo esta condición ¿podría reelegirse una alcaldesa que no tiene buena relación con su gobernadora? Si así fuera, ¿podrían ser candidatos quienes no tengan la bendición del mandatario estatal? La respuesta sería un rotundo no.
La oportunidad de Marcelo consiste en convocar a la amplia mayoría morenista que no se encuentra “acomodada” en torno al poder. la convocatoria en contra de que haya “favoritos” o “ungidas” es un llamamiento que ocupa todo el espectro social de participación política al interior de Morena. La participación de Ebrard representa a esos miles de hombres y mujeres militantes. De la articulación de estos actores en un movimiento disruptivo, dependerá la candidatura de Ebrard. También de ello depende que se cumpla a cabalidad lo que AMLO tanto ha reiterado: “el pueblo es el que manda”.