Por Enrique Martínez y Morales
El principal objetivo de la Revolución Mexicana fue instaurar un régimen democrático. Con el lema “Sufragio Efectivo. No Reelección” como bandera, Madero inició el levantamiento armado contra la dictadura Porfiriana y en pos de la tan anhelada democracia. Después de un siglo de concluida esa lucha fratricida es menester que nos preguntemos si se ha cumplido con la expectativa.
Las reformas relacionadas con los procesos políticos siempre generan controversias, y con justificada razón. El establecimiento de los mecanismos adecuados de acceso y ejercicio del poder es condición necesaria para el éxito político, social y económico de un país.
Las reformas políticas se hacían antaño a balazos y bayoneta calada. Todavía en el siglo pasado fuimos testigos del establecimiento de dictaduras en los extremos del espectro político.
Por la izquierda, los mencheviques lograron deponer el régimen zarista en Rusia, para luego los bolcheviques establecer la dictadura del proletariado. Por la derecha, y utilizando la amenaza comunista como pretexto, se instalaron por la vía del temor y la fuerza dictaduras fascistas en Italia, España y Alemania
Difícil resultó erradicarlas; tuvo que haber otra guerra mundial para acabar con algunas de ellas.
Sin duda los liberalismos y las democracias son formas más exitosas de gobierno que los socialismos y las dictaduras vigentes. Solo hace falta echar un vistazo a los indicadores económicos, de libertades y de pobreza de países como Cuba, Venezuela y Nicaragua para darnos cuenta del estado que guardan
Quizá los procedimientos electorales no siempre sean la mejor opción porque muchas veces los electores, en el agregado, actúan de forma irracional y, sin saberlo, en contra de sus intereses. Esa es la razón por la cual los magistrados y jueces no deben ser electos por el voto popular, sino por los legisladores. No siempre, y sobre todo en áreas de impartición de justicia, las decisiones mejores son las más populares, y menos cuando existe una delincuencia organizada ávida de participar y sin restricciones presupuestarias.
Los procedimientos políticos siempre serán perfectibles. Aunque imperfecta, la democracia sigue siendo el mejor sistema político –la historia así lo demuestra–. Su gradual perfeccionamiento depende de nosotros, de la participación ciudadana.
El domingo pasado tuvimos en Coahuila un ejercicio de civilidad democrática que, aunque imperfecto, logró su cometido de reflejar en un resultado electoral la voluntad popular. Felicidades a los candidatos ganadores, ¡felicidades Coahuila!