No podríamos comprender la evolución del ser humano sin la presencia de los animales. En un principio la fauna era considerada un peligro, una amenaza para nuestros ancestros. Conforme nos fuimos desarrollando y comenzamos a incluir las proteínas en nuestra dieta, ésta se convirtió en un recurso, en un insumo que pusimos a nuestro alcance mediante la domesticación de ciertas especies. Ahora, en el siglo XXI, los animales se han transformado en nuestros amigos, nuestros aliados y nuestros compañeros.
No solo hay perros que ayudan a la autoridad en la búsqueda de estupefacientes en las maletas de los viajeros, que agrupan a los hatos ganaderos, que rescatan a víctimas de los desastres naturales atrapadas en los escombros o que guían el andar de las personas invidentes, sino también se han convertido en los guardianes de nuestras casas y los cuidadores de nuestros hijos. Las mascotas nos ofrecen su compañía y su cariño, y solo piden a cambio alimento y buen trato.
La ciencia veterinaria ha venido cobrando relevancia en la época moderna, no solo porque ahora valoramos más a los animales, al grado de haberlos convertido en parte de nuestras familias, sino porque también nos hemos vuelto más estrictos con la calidad de los productos alimenticios. Las granjas que alimentan a la humanidad deben de estar libres de enfermedades, sanas y con ejemplares bien alimentados.
Los veterinarios en la actualidad se han convertido en todólogos. Mientras los médicos se especializan en el estudio de determinados campos cada vez más específicos de una sola especie animal, la humana, los veterinarios deben conocer de todas las especies y de todas las especialidades. Uno de ellos o ellas es capaz de atender lo mismo la pata rota de un gato, esterilizar un perro, curar una herida a un perico o tratar el cáncer a un hurón.
La relación del ser humano con los animales ha sido simbiótica; es decir, reporta beneficios para ambas partes. La fauna doméstica ha visto incrementar su esperanza de vida de manera considerable. En la naturaleza, es rara la especie cuyos miembros lleguen a viejos, ya que el ciclo natural los convierte en la presa de algún depredador.
Pero en cautiverio los animales no solo son mucho más longevos, sino que viven su senectud con serenidad y dignidad. A diferencia de los humanos, las mascotas mayores nunca se quejan de achaques. Quizá se vuelvan más lentas o adquieran sobrepeso, pero se les nota a leguas la felicidad de haber llegado a esa edad formando parte de una familia.
Hemos, en el paso de los milenios, convivido con ellos tan intensamente que nos hemos transformado mutuamente. Al lobo lo domesticamos hasta convertirlo en perro, al uro en res y a algún felino salvaje lo transformamos en gato, mientras que el ser humano ha evolucionado a una mejor versión de sí mismo gracias al contacto con los animales. Cuidémoslos y respetémoslos, nuestros destinos siempre irán de la mano.