“Si la humanidad tiene futuro está en nuestra América”
Por: Pedro Isnardo y Juan Carlos reyes
Pablo González Casanova
El 11 de febrero de 1922 en la fría ciudad de Toluca en el Estado de México, nació Don Pablo González Casanova y Del Valle.
El martes 18 de abril de 2023, Don Pablo falleció en la Villa de Tlalpan, Ciudad de México.
Don Pablo vivió más de 100 años dedicados a la educación liberadora, a la educación política, a mostrarnos cómo el ejercicio del pensar nos debe llevar siempre a compartir y no a acumular.
El hombre sólo llega a ser humano en la medida en que se compromete con los demás, cuando comparte y cuando se duele del dolor y la miseria ajenas.
González Casanova, relata Elena Poniatowska, “creía mucho en la educación de la gente, su formación en todos los terrenos, incluso en condiciones en que otros ya daban por perdido a un individuo.”
Estamos ante un educador demócrata, un científico social interdisciplinario, un ensayista, un crítico social universal y un intelectual ideólogo notable.
Con estudios de Derecho en la UNAM, Maestro en Ciencias Históricas (con honores de Magna Cum Laude) y Doctor en Sociología por la Universidad de París, fue becario e investigador del Colegio de México, e investigador en la UNAM adscrito al Instituto de Investigaciones Económicas y del Instituto de Investigaciones Sociales (del que fue a su vez su Director). Fue profesor invitado y titular en la FLACSO, la Universidad de Oxford y la Universidad de Cambridge.
En su corto Rectorado en la UNAM (1970-1972), Don Pablo González Casanova creó la Academia de la Investigación Científica y el Sistema de Universidad Abierta, y diseñó el modelo educativo del Colegio de Ciencias y Humanidades y lo institucionalizó en la UNAM.
Comprendiendo las tendencias educativas del mundo, el Colegio de Ciencias y Humanidades fue un modelo innovador en donde el egresado ha aprendido a pensar, a comparar y a criticar, con múltiples generaciones que, como quienes a su vez egresan de las preparatorias de la UNAM, han devenido en profesionales universitarias y universitarios, hombres y mujeres de las ciencias, las ciencias sociales y las humanidades.
El educando no asiste al aula a memorizar ni a repetir lo que una voz única cree y pontifica. El alumno dialoga, opina, participa del proceso enseñanza-aprendizaje, cuestiona y lleva a la práctica sus saberes y sus nuevas habilidades.
El modelo de CCH está presente en la educación pública y también en la educación privada: lleva más de 50 años funcionando y ha apoyado en su crecimiento intelectual a más de un millón de educandos. Un millón de jóvenes libertarios y demócratas que aprendieron a defender sus derechos y a pensar antes de acatar.
En 2011, él recordó el modelo pedagógico que cristalizó con la creación de los CCH como Rector de la UNAM: “la educación propia y la de los demás es una lucha actual por aprender a aprender, aprender a pensar, a leer y a escribir, aprender a razonar, recordar, experimentar y practicar. Esto implica un desarrollo del pensamiento crítico, reflexivo y creador, un amor a la lectura de la poesía y la narrativa, un acercamiento a las ciencias de la historia y de la sociedad, un conocimiento de las matemáticas como lenguaje para razonar y hacer ciencia, un conocimiento de las ciencias experimentales y de la práctica de las utopías, así como una práctica de los oficios manuales, de los juegos y deportes, en el aprendizaje vital que no se deja y que se sabe combinar con el trabajo, la lucha y la fiesta.
Tras la injerencia del gobierno federal en la Universidad Nacional, fueron dolorosos e injustificables los acontecimientos del ‘68, y las posiciones dignas de los rectorados de Barros Sierra y de González Casanova, irritaron a los gobiernos autócratas de Díaz Ordáz y Luis Echeverría.
El conflicto político asumido como personal por Echeverría, fue impronta de la renuncia del Dr. González Casanova a la Rectoría de la UNAM, a sólo dos años de su gestión.
Por eso fue temido Don Pablo, acotado y contenido en el ejercicio político del poder y en la dirección educativa.
Años después, la vida le dio la oportunidad de regresar a su casa a dirigir el Centro de Estudios e Investigaciones Interdisciplinarias en Ciencias y Humanidades (CEIICH) de la UNAM.
En diversos textos, México hoy (coordinado con Enrique Florescano) y La Democracia en México, De la sociología del poder a la sociología de la explotación y El poder al pueblo, construye su ascendencia como sociólogo crítico y el legado acaso más notable de su conocimiento empírico, contextual y estructural del sistema político mexicano, del colonialismo interno, de los problemas del desarrollo económico de México y suscribe que “sólo con los valores y los principios democráticos se puede enfrentar el poder, advirtiendo la importancia de un compromiso cada vez mayor con el proceso de liberación de los pueblos subdesarrollados”, como subraya Pilar Mandujano Jacobo, investigadora del IIFL de la UNAM.
Citamos uno de sus axiomas históricos: “Los mayas destacan entre los pueblos que más han resistido a la conquista. En Yucatán y Guatemala, no fueron sometidos sino hasta 1703 y pronto volvieron a rebelarse. En Chiapas organizaron una gran revuelta en 1712. Dice el Chilam Balam: ̳vino el pleitear ocultamente, el pleitear con furia, el pleitear con violencia, el pleitear sin misericordia‘. Y esos mismos pueblos se volvieron a rebelar el 1o de enero de 1994”.
Y ahora una de sus convicciones políticas e ideológicas: “Los Acuerdos de San Andrés no sólo precisan los derechos de los pueblos indios a la autonomía de sus gobiernos y a la preservación de sus culturas: apuntan además hacia la construcción de un Estado pluriétnico que fortalezca la unidad en la diversidad y la articulación de las comunidades locales, municipales, regionales, nacionales, con inclusión de lo particular y lo universal (…) Seguramente serán incluidos en cualquier antología de los pactos sociales proclamados desde la Declaración de los derechos del hombre y del ciudadano” (Los zapatistas del siglo XXI, CLACSO, 2009).
En abril de 2018 fue nombrado integrante del Comité Clandestino Revolucionario Indígena de la Comandancia General (CCRI-CG), del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN). Fue reconocido como Comandante Pablo Contreras por el EZLN, por su contribución a las ciencias sociales, las humanidades, el pensamiento crítico y la democracia.
Sí. Un guión abierto e importante en su etapa final de vida, en su activismo democrático, está pendiente de valoración crítica y científica: su papel central, ascendencia y consejo en la era del Ejército Zapatista de Liberación Nacional y en la creación de los caracoles zapatistas, la versión contemporánea de los municipios autónomos de ascendencia indígena, en la tierra chiapaneca del Estado mexicano.
En su conferencia del 11 de abril de 2011 intitulada Un mensaje a la Juventud, nos lega un profundo, histórico y realista mensaje: “desde los años sesenta se tomaron medidas de reducción de los servicios públicos y sociales que hoy dejan sin escuela, sin trabajo y sin futuro a la inmensa mayoría de la humanidad, en particular a los jóvenes y a los niños que, precisamente, son el futuro de la humanidad (…) en la Selva Lacandona me percaté de cómo seguimos siendo un país incompleto, que no se reconoce a sí mismo porque no reconoce al indio y no se da cuenta de la grandeza del indio y de México, de la dignidad e identidad de los pueblos originarios. Mientras esto no suceda, será imposible que México ocupe un lugar de avanzada en el mundo.”
Testimoniamos en González Casanova una historia vívida de praxis de utopías y educación democratizadora.