RECONOCER EL CUIDADO COMO DERECHO HUMANO PERMITIRÁ VISIBILIZAR LA LABOR QUE HACEN LAS MUJERES

Se debe reconocer el cuidado como derecho humano y el Estado debe proveerlo, ya que todas las personas lo requieren o requerirán alguna vez en su vida, y son las mujeres quienes en su gran mayoría lo proporcionan, limitando con ello sus oportunidades de desarrollo personal y profesional porque estas labores de cuidado no se les remuneran, explicó la magistrada Julia María del Carmen García González, ante personal de la Comisión de Derechos Humanos del Estado de México (CODHEM).

“Todas y todos somos personas sujetas a que nos deban cuidar, tarde o temprano en nuestra vida; el tema sexo-genérico ha atribuido esta dinámica de cuidado a las mujeres por vínculos de parentesco, básicamente”, explicó.

Al impartir la conferencia magistral “La carga desproporcionada en las labores de cuidado como una forma de discriminación”, en el marco del 30 aniversario de la Casa de la Dignidad y las Libertades, la directora nacional de Género de la JUFED, comentó que la gran apuesta es ver al cuidado como un derecho desde tres grandes posibilidades: derecho a cuidar, a que me cuiden y al autocuidado; mientras que la teoría feminista propone las 4 R para éste: reconocerlo, redistribuirlo con un marco jurídico y políticas públicas, remunerarlo y reducirlo.

La magistrada señaló la relevancia de asignar como naturales las labores del cuidado a las mujeres, pues ello deriva en una cadena de pauperización o empobrecimiento y precariedad, y cuando las mismas mujeres tienen la necesidad de gestionar el cuidado ya sea de los hijos o un familiar, por lo general lo hacen con otras mujeres, ya sea las madres, las abuelas, las tías, amigas o vecinas, lo cual muestra los eslabones de la feminización de la pobreza, siendo los más débiles y frágiles quienes están al inicio de la cadena productiva, que no tienen sueldo, seguridad social ni los mínimos insumos indispensables para vivir.

García González comentó que a pesar de que las mujeres son un grupo mayoritario, siguen siendo vulneradas, pues hay roles y estereotipos de género que se les inculcan desde pequeñas por mandato cultural y social, a través del juego y juguetes, aunado a que se dice que los atributos de la feminidad son la comprensión, delicadeza, mostrar afecto, y se relacionan con el cuidado que deben brindar.

“A las mujeres no se nos regatean los espacios de cuidado, pero sí los de puestos de trabajo y liderazgo. Habrá quien se pregunte ¿para qué más diputadas?, pero nadie se cuestiona ¿para qué más cuidadoras?”, sentenció.

La necesidad de cuidado se agudiza durante la niñez, la enfermedad y la ancianidad, pero socialmente se invisibiliza y minusvalora la labor de las mujeres; se les disputan los espacios públicos, pero no los privados, porque se considera que es su obligación atender a la familia, realizar actividades domésticas y de cuidado, es decir, tener doble y hasta triple carga de trabajo, por tanto, es necesario gestionar, redistribuir esos espacios y reducir la carga laboral.

Señaló que, de acuerdo con la ONU, derivado de la pandemia por COVID-19, muchas mujeres tuvieron que renunciar a su trabajo y regresar a casa, lo que configura un retroceso de diez años en cuanto a los logros de espacios públicos; y al dar cifras de las aportaciones que hacen a la sociedad y al mercado, precisó que colaboran con el 37% del Producto Interno Bruto (PIB) mundial (cada trillón equivale a un millón de billones) y en México aportan casi el 30% del PIB nacional.

Por último, expresó que el cuidado le corresponde al Estado, la sociedad, el mercado y consumo, la familia y a los individuos, por ello, propuso mostrar a la niñez otras formas de convivencia para que crezcan desde la corresponsabilidad, se despojen de prejuicios y roles de género que todavía se siguen inculcando; y fomentar la paternidad activa, que lanza un mensaje efectivo a hijos e hijas, para que sean personas independientes, autosuficientes, que realizan actividades del hogar y que respetan a la mujer.