30º día de cuaresma
V domingo de cuaresma, ciclo A
Sacerdote Daniel Valdez García
1. ✠ Lectura del santo evangelio según san Juan (11,3-7.17.20-27.33b-45):
En aquel tiempo, las hermanas de Lázaro mandaron mensaje a Jesús, diciendo: «Señor, tu amigo está enfermo». Jesús, al oírlo, dijo: «Esta enfermedad no acabará en la muerte, sino que servirá para la gloria de Dios, para que el Hijo de Dios sea glorificado por ella».
Jesús amaba a Marta, a su hermana y a Lázaro. Cuando se enteró de que estaba enfermo, se quedó todavía dos días en donde estaba. Sólo entonces dice a sus discípulos: «Vamos otra vez a Judea». Cuando Jesús llegó, Lázaro llevaba ya cuatro días enterrado. Cuando Marta se enteró de que llegaba Jesús, salió a su encuentro, mientras María se quedaba en casa.
Y dijo Marta a Jesús: «Señor, si hubieras estado aquí no habría muerto mi hermano. Pero aún ahora sé que todo lo que pidas a Dios, Dios te lo concederá». Jesús le dijo: «Tu hermano resucitará».
Marta respondió: «Sé que resucitará en la resurrección del último día». Jesús le dice: «Yo soy la resurrección y la vida: el que cree en mí, aunque haya muerto, vivirá; y el que está vivo y cree en mí, no morirá para siempre. ¿Crees esto?» Ella le contestó: «Sí, Señor: yo creo que tú eres el Mesías, el Hijo de Dios, el que tenía que venir al mundo». Jesús sollozó y, muy conmovido, preguntó: «¿Dónde lo habían enterrado?» Le contestaron: «Señor, ven a verlo.» Jesús se echó a llorar. Los judíos comentaban: «¡Cómo lo quería!» Pero algunos dijeron: «Y uno que le ha abierto los ojos a un ciego, ¿no podía haber impedido que muriera éste?» Jesús, sollozando de nuevo, llega al sepulcro. Era una cavidad cubierta con una piedra. Dice Jesús: «Quiten la piedra».
Marta, la hermana del muerto, le dice: «Señor, ya huele mal, porque lleva cuatro días.»
Jesús le dice: «¿No te he dicho que si crees verás la gloria de Dios?» Entonces quitaron la losa. Jesús, levantando los ojos a lo alto, dijo: «Padre, te doy gracias porque me has escuchado; yo sé que tú me escuchas siempre; pero lo digo por la gente que me rodea, para que crean que tú me has enviado».
Y dicho esto, gritó con voz potente: «Lázaro, ven afuera». El muerto salió, los pies y las manos atados con vendas, y la cara envuelta en un sudario. Jesús les dijo: «Desátenlo y déjenlo andar». Y muchos judíos que habían venido a casa de María, al ver lo que había hecho Jesús, creyeron en él.
Palabra del Señor
2. Propuesta de reflexión
Hermanos y hermanas en Cristo!,
Hoy iniciamos la quinta semana de Cuaresma, llamada de la “pasión” porque nos acercamos a la Semana Mayor con la pasión y muerte de Jesucristo; ayer se cubrieron todas las imágenes para significar que Jesús se oculta a los judíos, como escuchamos en el pasaje de ayer que fue de incógnito (Juan 7, 1-2.10. 25-30).
Le he dicho que hemos estado siguiendo a grandes saltos el más antiguo camino de preparación de los catecumenos que recibían el bautismo en la noche de la Vigilia Pascual. Hemos vivenciado el pasaje de Jesús con la samaritana a quien le pidió de beber y en la cruz dirá tengo sed. El domingo pasado verso acerca de la curación del ciego de nacimiento con lodo y agua y Jesús: «Yo soy la luz del mundo». Para este día les he pedido que traer una piedra plana, larga y traer escrito su epitafio, objeto pedagógico de esta homilía práctica.
Les comparto lo siguiente: en el terreno donde se ubica el Palacio Municipal de Toluca estuvo el antiguo cementerio de españoles del extinto convento franciscano de la Asunción de María, erigido en el siglo XVI para la evangelización; incluso ahí mismo hay criptas de aquella época y se puede descender un poco más donde hay más criptas. De la misma forma, en el terreno del actual templo parroquial de Capultitlán que fue una catequesis de aquellos frailes, donde se ubican los salones y oficina fue parte del antiguo cementerio de esta comunidad. Les comparto eso porque voy a insistir en la importancia de tomar en serio la resurrección.
Ahora voy a citar algunos epitafios:
Del gran filósofo Seneca: “Es más digno que los hombres aprendan a morir que a matar”.
De San Agustín: “Nos has hecho para ti Señor y nuestro corazón estará insatisfecho hasta que descanse en ti”.
Del escritor William Shakespeare: “Buen amigo, por Jesús, abstente de cavar el polvo aquí encerrado. Bendito el hombre que respete estas piedras, y maldito el que remueva mis huesos”.
Anónimo: “Aquí terminarás y se hará polvo tu humana grandeza, pues la eternidad comienza”.
Anónimo: “No son muertos los que yacen en la tumba fría, muertos son los que tienen el alma muerta y viven todavía”.
Mi epitafio: “La tumba no me detendrá porque Jesús me resucitará”
Ahora vamos al contexto del texto del evangelio de san Juan, era el discípulo más joven, escribió hacia el año 100, hacia treinta años que el templo de Jerusalén había sido destruido y con ello mucho de Israel, la Virgen María había sido asunta al cielo, los cristianos habían sido expulsados de las sinagogas, habían muerto mártires los demás apóstoles. Juan escribe en su evangelio lo que los otros evangelistas no, para muestra basta el relato de la resurrección de Lázaro que hoy nos ocupa. La Resurrección de Jesús es preludiada por las resurrecciones de la hija de Jairo y el hijo de la viuda de Naim, sólo que la de Lázaro es sumamente importante, tan solo es la séptima de las señales «y muchos judíos que habían venido a casa de María, al ver lo que había hecho Jesús, creyeron en él».
La muerte y de resurrección de Lázaro y de Jesús están en paralelo. María la hermana de Lázaro unge a Jesús para su entierro. Tomás será pesimista y abierto como lo será en la resurrección de Jesús (20, 25). Lázaro y Jesús son enterrados en una tumba sellada con una piedra. Esta piedra se mueve para que la persona resucitada pueda salir. Jesús pregunta, “¿Dónde lo has puesto?”, pregunta que también María de Magdala le hará al jardinero en la tumba de Jesús (20, 15).
Ahora vamos a concentrarnos en la piedra que han traído. Un día todos moriremos, no hay resurrección sin muerte. Hoy por hoy encuentro muchos Lázaros en el mundo que sienten cómo se les arranca la vida; muchas Martas que no dejan de enviar avisos sobre la situación en que se encuentran muchos postrados y sometidos, entre ellos niños que ya no corren y juegan libremente sino encerrados en los celulares, los videojuegos y las tabletas; de jóvenes manipulados por la diversión y la dispersión sin ocuparse de tomar en serio su vida y su futuro porque les venden emociones y no realidades. ¡Irrumpe Jesús en nuestras vidas, vuelve a pedir que «quiten la piedra», pues solo tú eres la resurrección y la vida!
La piedra que traen en sus manos y su epitafio les recordará esto todos los días: «quiten la piedra» y den gloria a Dios, vean cómo es la misma expresión de Jesús sobre el ciego Bartimeo, «para gloria de Dios».
Hermanos, hermanas «quiten la piedra» que huele mal porque encierra la verdadera vida, la dicha real para que las personas sean desatadas se les deje andar. Esta es la gran revelación de Jesús: «El que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá. Y todo aquel que vive y cree en mí, no morirá eternamente», y nos pregunta a cada uno de nosotros «¿Crees esto?». Jesús no promete que no vamos a morir, nos asegura que la muerte física es el preludio de nuestra resurrección.
Por favor, tomen en serio la salvación de su alma, se vive cada día y se muere sólo una vez, les aseguro que no tendremos la suerte de Lázaro, ni de la hija de Jairo o el hijo de la viuda que si volvieron a morir, pero resucitarán!
Amén, amén, Señor Jesús.