Por Adriana Delgado Ruiz
La sequía que está viviendo la Ciudad de México es, históricamente, mucho más severa que la común en época de estiaje. El fenómeno de La Niña se presentó por tercer año consecutivo en el Océano Pacífico, ocasionando muy pocas lluvias y por tanto ríos con caudales bajos y manantiales con muy poca carga.
La capital mexicana obtiene agua fundamentalmente del sistema Lerma, en esa cuenca del Estado de México, mediante el bombeo de pozos en el Valle de Toluca, Ixtlahuaca y Jocotitlán. Ese suministro no es suficiente, así que se refuerza con el sistema Cutzamala, que trae agua proveniente incluso de ríos en Michoacán.
El gran problema es que la sequía está azotando a todo el país, lo que hace mucho más vulnerable a la Ciudad de México. La administración encabezada por Claudia Sheinbaum ha estado trabajando en los meses y años recientes para prevenir una crisis tan grave como la registrada recientemente en Monterrey, con varias acciones.
El trabajo requiere de un tejido muy fino tanto en negociaciones políticas como en implementaciones técnicas. Al inicio de esta semana, la jefa de Gobierno anunció un acuerdo con la Comisión Federal de Electricidad para que realice trabajos de mantenimiento en 400 pozos del sistema Lerma, a fin de evitar problemas de suministro eléctrico y sistematizar el bombeo y la distribución del líquido vital.
Otra de las acciones emprendidas desde el gobierno de la Ciudad de México y el Edomex es invertir en hacer más eficientes y sustentables los sistemas de riego de los agricultores en Michoacán. Esa, que puede parecer una medida pequeña, tiene el potencial de generar mil litros más por segundo para el sistema Cutzamala.
También se han buscado otras alternativas como la de traer agua de la laguna de Zumpango, al norte del Valle de México. La contribución es mucho menor, pero para aumentarla se están negociando acuerdos con las industrias de esa zona. Unas, para que ahorren agua lo más posible en sus procesos de producción y otras, las que tienen concesiones de explotación de pozos, para que liberen la que no usen al sistema de abasto de la ciudad.
Trazado y en ejecución el plan para garantizar por lo menos el suministro básico a la capital mexicana, lo que sigue es crear conciencia para que valga la pena.
En la Asamblea Legislativa se discute una iniciativa para emitir dictámenes de factibilidad hídrica como parte de los permisos de construcción. La idea es establecer polígonos para mapear en qué zonas hay mejor disponibilidad de agua y hasta qué límite, para lograr más equidad en el abasto y evitar una mayor sobreexplotación.
Un problema de toda la vida es que, debido a que el agua de los sistemas Lerma y Cutzamala llega por el poniente, las alcaldías de esa zona suelen tener buen abasto mientras que a las del oriente, como Iztapalapa e Iztacalco, llega muy poca.
El gobierno está apoyando a esas zonas con distribución gratuita mediante pipas y tiene un programa para combatir el ‘huachicoleo’ que abusa de la necesidad de esas familias. También debe encargarse de que no haya desperdicio a través de fugas en las tuberías para que el líquido vital pueda llegar a donde es necesario.
Ahí es donde entra la conciencia y la solidaridad ciudadana. Cuidar el agua debe ser cultural y permanente, pero también es una forma de permitir que quienes no la tienen puedan recibirla.
El agua es un derecho humano, pero traerla a la Ciudad de México siempre ha requerido de esfuerzos titánicos, aunque no sean visibles. Cuidarla, y más en momentos de sequía como este, es una obligación de todos.