La mejoría del tiempo, el aumento de las temperaturas, el alargamiento de los días, el despertar de las hormonas, entre otras. La primavera modifica nuestra mente y nuestro cuerpo. En todo el mundo, la llegada de primavera es motivo de celebración.
A medida que los días se hacen más largos, las temperaturas aumentan y las plantas florecen, se inicia un nuevo ciclo de vida. La migración de los animales se mueve hacia el norte y aquellos que pasaron el invierno en hibernación, al fin, despiertan.
Adaptación cerebral
Este proceso de adaptación a las estaciones, nos afecta mucho como seres vivos. Cientificos reconocen que habitualmente se necesitan entre uno y cinco días para que nuestro cerebro se ajuste al nuevo horario de primavera. La evidencia más fuerte de la estacionalidad humana se presenta en forma de trastorno afectivo estacional. Sus víctimas sufren episodios depresivos relacionados con las estaciones, generalmente comenzando a finales del otoño o a comienzos del invierno y remitiendo en primavera – verano.
Las personas que sufren este tipo de efectos secretan la hormona melanina durante periodos más largos durante las noches de invierno que durante las noches de verano. Todos los seres vivos muestran algún tipo de variación rítmica fisiológica que suele estar asociada con un cambio ambiental fluctuante.
Alergias y astenia primaveral
Aproximadamente, un 42% de las personas padece en estos momentos astenia primaveral, esta afección hace que aumente la debilidad y la falta de energía. La astenia primaveral tiene su origen en el hipotálamo, una glándula situada en el cerebro que regula, entre otras cosas, la temperatura, la sed, el apetito y el sueño.
La astenia primaveral se debe fundamentalmente a la coincidencia de una serie de factores ambientales:
- Los cambios meteorológicos.
- La subida de las temperaturas y de la presión atmosférica.
- El aumento de las horas de luz diurna.
- El cambio horario.
- La rutina diaria.
A su vez, también dependemos de las enfermedades alérgicas, que actualmente se encuentran entre las seis patologías más frecuentes según la Organización Mundial de la Salud (OMS) y se dice que, dentro de pocos años, la mitad de la población desarrollará una alergia.
Como el periodo de polinización se alarga, el tiempo de exposición también ha aumentado. El incremento de las temperaturas, de los niveles de CO2 y la sequía cambian la expresión de las reacciones alérgicas. Las plantas han alargado su polinización y a niveles más elevados, esto ha originado un aumento de la reactivación de los síntomas de pacientes alérgicos.
En primavera se liberan hormonas como la oxitocina, la dopamina, un neurotransmisor relacionado con el placer, o la serotonina, un neurotransmisor implicado en el estado de ánimo. También se liberan otras hormonas como las ya conocidas feromonas. Todas estas sustancias hacen que sintamos un incremento de nuestro bienestar. Esta liberación coincide con la polinización y la presión atmosférica, lo que, a su vez, conduce a desajustes en neurotransmisores del ser humano. La luz solar también influye en nuestro organismo, mejorando el ánimo y disminuyendo el estrés.
En definitiva, con la llegada del buen tiempo hacemos más deporte, mejoramos nuestra salud a nivel general y también integramos hábitos de nutrición más adecuados. Todo influye directamente en nuestra actividad cerebral, ayudándonos a permanecer más atentos y concentrados en las jornadas laborales. Sin embargo, debemos tener mucho cuidado durante el proceso de adaptación, y muy especialmente si somos propensos a contraer alergias.
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