Cada 7 de marzo desde 1815, que México conmemora el día en que el Siervo de la Nación, Don José María Morelos y Pavón, instauró en Ario, Michoacán, el Supremo Tribunal de Justicia de la América Mexicana; una institución insignia de soberanía y estado de Derecho en la tradición jurídica continental.
La inercia constitucionalista del Congreso de Chilpancingo no sólo trajo consigo la creación del primer tribunal del México independiente, sino un alud civilizatorio que erigió, sobre las instituciones del Viejo Mundo, los pilares del Estado mexicano moderno: la Constitución de Apatzingán, el nuevo orden republicano, y la división de poderes.
El Juez Mexicano fue una de las primeras realidades materializadas por los Sentimientos de la Nación. Y como tal, sabemos que el valor de nuestra función trasciende por mucho la vida material; porque su valor se consuma en la esperanza de millones de personas de ser parte de los grandes cauces de la justicia.
¿Por que se conmemora el día del Juez Mexicano?
Celebrar la identidad del Juez Mexicano significa enaltecer su labor y las virtudes cardinales de sabiduría, fortaleza, templanza y prudencia. Conmemorar el Día del Juzgador Mexicano es celebrar que la justicia es ciega, pero para ella no hay invisibles.
La misión de nuestro tiempo, junto con la de los tres poderes de la Unión, es demostrar nuestra capacidad para servir al mundo del futuro.
En esa sublime causa, México necesita jueces dotados con independencia en sus fallos, autonomía en su deliberación, y soberanía en su devenir. Permitir el desequilibrio en el balance de los poderes públicos es permitir el colapso de la República.
Por eso, estamos llamados a dar lo mejor de nosotras y nosotros mismos para demostrar, reiteradamente, que el Poder Judicial es imprescindible para propiciar una equilibrada y satisfactoria vida social. Un elemento insustituible de un Estado liberal y progresista que aspire al bienestar de sus ciudadanos.
La dimensión de nuestras aspiraciones es proporcional a la dimensión de nuestros retos. Por eso, nada comprometerá nuestra fe incondicional en el infinito potencial de nuestro capital humano. Como resultado, estamos invirtiendo mayores recursos en nuevas ofertas académicas para continuar la inercia de especialización que es tan vital para el orden jurídico de nuestro tiempo.
La implementación de la oralidad y las tecnologías de la información enriquecen nuestra labor y demandan de nosotros más preparación y más especialización.
Esta responsabilidad sólo puede estar en manos de lo mejor de la nación mexicana. Por eso este es un reconocimiento a su vocación de servicio y preparación constante; mismas que nos hacen ser parte tan esencial de este proceso histórico.
En el juzgador vive nuestra herencia cultural y pervive nuestro legado nacional. Por eso, estas fechas, sinónimo de virtud, nos permiten abrevar la inspiración necesaria para seguir construyendo el futuro
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