Esta semana se celebró en Buenos Aires la VII Cumbre de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC), que tuvo como principales protagonistas al presidente de Brasil Inácio Lula da Silva y a un deseo de antaño, el de la anhelada integración de la región.
¿Qué podemos decir de Latinoamérica? Una región tan golpeada desde hace más de un siglo por revoluciones, dictaduras, crisis económicas interminables, promesas incumplidas de desarrollo, intervenciones extranjeras, extractivismo sin control y en algunos casos, ejemplo del peor tipo de capitalismo que se puede llevar a cabo.
Lo anterior me sirve de contexto para problematizar sobre una tarea pendiente para los latinoamericanos: el trabajo en equipo y la colaboración.
Mucho se ha dicho durante décadas sobre la necesidad de la integración regional y en su momento el Mercosur representó una alternativa más o menos viable para ello. Pero la constante inestabilidad política y económica de los países que integraban aquel bloque así como la debilidad institucional que ha caracterizado siempre a las naciones de este hemisferio, condujeron a que el proyecto se fuera prácticamente a la basura.
Más allá de los buenos deseos y de la importancia de que existan iniciativas como la CELAC, me parece que los países de la región tienen que trabajar arduamente en combatir problemas añejos que son comunes a casi todas las naciones del llamado “subcontinente”, aunque no tengo claro del todo si ese término obedece a una clasificación geográfica o a una de carácter político-ideológica.
Como sea, el punto es que los problemas que enfrentamos en esta parte del continente americano tienen que ver sobre todo con los siguientes aspectos:
- Debilidad institucional
- Inestabilidad política y económica
- Inseguridad y violencia
- Crisis humanitaria y climática
- Índice altos de desigualdad
- Falta de oportunidades y déficits en capacitación de capital humano
- Violaciones constantes a los derechos humanos
- Rezagos importantes en educación
Estoy claro que cada país presenta sus propias particularidades y no es lo mismo comparar el nivel educativo del país anfitrión de la cumbre de este año, Argentina, con el de Honduras por ejemplo. Sin embargo compartimos algunos problemáticas que si no somos capaces de atender terminarán rebasándonos y este tipo de encuentros no pasarán de una reunión de buenos deseos ideal para tomarse la foto y listo. Tal y como sucede como muchas otras cumbres a lo largo y ancho del orbe.
Ahora bien ¿qué estrategias específicas vamos a llevar a cabo para combatir el ascenso del crimen organizado en la región?, ¿cómo vamos a enfrentar las pulsiones autoritarias que amenazan al mundo y las que ya existen en América Latina?, ¿cómo vamos a defender a la democracia y a sus instituciones?, ¿qué vamos a hacer para cerrar las brechas de desigualdad y enfrentar la tremenda crisis humanitaria y migratoria que bien algunos países centroamericanos?
Hablamos de una región dominada por gobiernos de izquierda, aunque con sus particularidades. No es lo mismo la izquierda de Nicaragua, Venezuela y Cuba que la de Argentina, Chile, México o Brasil. Aunado a esto, no queda muy claro quien lidera en la región, y nuestro país se debate, por ejemplo, entre consolidar su alianza con Estados Unidos y Canadá y mirar más al sur, aunque no quede muy claro de qué forma lo hacemos.
Eso sin olvidar la presencia de China y Rusia en algunos países del Cono Sur.
En síntesis, la realidad de la región es compleja, porque la integración es cada vez más una quimera o un sueño lejano poco realizable ya que no hemos tenido la capacidad de resolver nuestros problemas internos y eso dificulta aún más la posibilidad de un bloque latinoamericano que aproveche sus recursos naturales, que combata a la pobreza y que le saque jugo a sus ventajas competitivas.