Fernando Alberto García Cuevas
En tiempos de polarización social y política, de evidente ausencia de diálogo y entendimiento, en donde la denostación campea empañando la convivencia entre los habitantes del país, los ciudadanos deberán estar alertas y prepararse, para una larga marcha de confrontaciones, en medio de periodos electorales que marcaran los próximos años, que se asemejan más a una lucha fratricida entre enemigos, que a una competencia electoral, dentro del marco legal que sostiene una democracia, por cierto, única posibilidad de garantizar gobernabilidad y paz social para un país como el nuestro.
Los ciudadanos en términos generales una vez más, tienen ante sí, el dilema de ser, entretenidamente observadores pasivos, de cuanto ocurre en el campo de la política, con las inevitables consecuencias que tienen para ellos, o bien, asumir plenamente la responsabilidad, de ser factor decisivo, para salvaguardar derechos y libertades, asegurar aspiraciones, y lo más importante, proteger el futuro de sus hijos.
Ciertamente lo que está en juego es el porvenir. En la medida que la mayoría ciudadana entienda, que no basta votar, y asegurar que su voto sea respetado, sino que es imprescindible, antes del momento culminante de emitir su sufragio, mantener y alentar un activismo ciudadano, entre su más cercano entorno familiar y comunitario, para opinar libremente sobre lo que está sucediendo, al tiempo de denunciar lo que está mal y desde luego, respaldar los avances que se tengan en su caso.
Reitero, en estas circunstancias, el voto de un ciudadano comprometido no basta. Es imperativo hacer activismo, para sumar y multiplicar muchos votos más, en favor de la causa elegida, que no es otra, que proteger y asegurar el mejor futuro para México.
Los ciudadanos de conciencia activa deberán ocuparse prioritariamente de asumir plenamente el rol de ciudadano consciente y responsable, de aquel que rechaza la forma de ser de los sujetos que renuncian a su capacidad de pensar y decidir, que abandonaron su esencia humana y dignidad, a cambio del algún mendrugo social, y de creer promesas, casi casi, de indulgencia o purgatorio.
En esta cómoda, pero desventajosa situación en la que se encuentran varios millones de personas, que solamente se ocupan de seguir a quien de cerca o lejos les manipula y dicta lo que deben hacer, aún en contra de su voluntad, es un mal social, que se debe superar con la fuerza de un activismo ciudadano solidario y responsable.
Este tipo de población dependiente y explotada, que tanto nos debe preocupar y ocupar, atiende muy bien el mandato superior, de no aspirar, no emprender, conformarse y no estar en contra de quien le ofrece el mendrugo, los condena a seguir siendo pobres y dependientes, en beneficio de sus manipuladores.
Esta es la hora de los ciudadanos de conciencia activa que no deben esquivar la responsabilidad de procurar nuestro presente, y asegurar el mejor futuro, para las nuevas generaciones de mexicanos, que merecen un mejor porvenir al igual que nuestros hijos.
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