La historia tiene todas las evidencias de un sistema de salud pública descuidado y sin recursos mínimos, con falta de vacunas y medicamentos, ausencia de capacitación y la siempre maliciosa negligencia que es uno de los extremos de la pésima actitud y la insensibilidad.
¿Se justifica que tres niños no reciban atención médica urgente porque viven en una zona rural apartada? El primero de diciembre, un murciélago silvestre entró a una de las casas de la comunidad de Palo de Lima, en Oaxaca, y mordió a dos niñas de ocho y dos años, además de su hermano, de siete.
El niño murió, contagiado de rabia, el 28 de diciembre en un hospital público de la capital estatal. Su hermana mayor sigue muy grave. Los tres fueron internados de urgencia más de 23 días después de la mordedura. En ese tiempo, habían sido vistos por un médico y luego en dos ocasiones en un hospital rural del municipio de Teojomulco. Ninguno de esos doctores detectó la rabia. El diagnóstico más elaborado fue retención urinaria, para lo que les colocaron sondas.
Mientras, la enfermedad avanzaba. Su detección, cuando ya fue demasiado tarde, se dio mediante inmunofluorescencia directa y genotipificación del virus. La inmunofluorescencia es una técnica de laboratorio que se utiliza para detectar esos agentes patógenos, incluyendo los más comunes como el de la gripa. La gran pregunta es si los médicos en el hospital rural no tienen la capacitación mínima para diagnosticar o no cuentan con el equipamiento mínimamente básico.
Esta triste e indignante historia es síntoma de un gran problema en el sistema de salud. Queda claro que si una localidad es propensa a ciertos peligros, los médicos locales los tengan identificados y estén bien calificados para atenderlos. Si el problema es el dengue por piquete de mosquito, tendría que haber tratamientos disponibles. Si hay riesgos de mordedura de serpiente, debería haber los antiviperinos necesarios. Lo mismo sucede con la rabia, que en las zonas rurales es transmisible no solo por murciélagos, sino por zorrillos, mapaches, ratas y otros animales que actúan como reservorios importantes del virus que la causa.
México tiene una certificación internacional por ser el primer país en eliminar la rabia transmitida específicamente por perros, ya que no se ha registrado ningún caso en 16 años debido a las campañas de vacunación a perros y gatos domésticos que se han efectuado por décadas, pero eso no elimina el riesgo en todos los demás casos en que esa enfermedad puede matar a un ser humano.
¿Se espera que esto mejore? No en lo inmediato. El presupuesto 2023 contempla un gasto menor en 55.9 por ciento en vacunas, particularmente porque la pandemia ya no es tan severa, pero eso también implica que el descuido en la protección contra otras enfermedades continuará. En cuanto al dinero total destinado a medicamentos, se reduce 14.7 por ciento. ¿Es decir que la escasez que hemos padecido en los años recientes va a agudizarse?
El menor gasto en la pandemia no reduce los graves problemas del sector salud, que de por sí ya estaba muy deteriorado, sino enciende nuevos focos rojos. Durante la parte más complicada del encierro y la parálisis de la producción y los transportes, la propia Organización Mundial de la Salud alertó que esa situación estaba ocasionando el rebrote de muchas enfermedades.
En países diversos y dispersos, se dieron brotes de cólera, difteria, sarampión y otras enfermedades que se habían controlado o erradicado. México no es ajeno a ello. Dos ejemplos de muestra: el adenovirus 41 que es en la causa aparente del brote de hepatitis aguda entre los niños pequeños, y los casos de la llamada viruela del mono en distintas partes del país.
Nos urge que la promesa de un sistema de salud pública robusto y eficaz se cumpla.