El manoseo histórico

Después de escuchar las declaraciones de Adán Augusto López, -secretario de gobernación, respecto a que 2023 será el año de Pancho Villa porque fue “un gran transformador”, un gran revolucionario, “digno de alabarse”, se entiende el confuso contexto político actual.

Este importante funcionario destacó que la Cuarta Transformación comparte con él ideales. Esto exhibe la poca cultura histórica que tienen los líderes de la 4T, quienes utilizan estereotipos históricos básicos, conformados con base en mitos que carecen de sustento en la realidad.

La Cámara de Diputados decidió decretar al 2023 como año de Francisco Villa, -ya convertido en héroe-, no obstante que es de sobra conocido que su origen, -previamente a su integración a la revolución-, fue dirigir una banda de asaltantes, teniendo el antecedente de haber perpetrado un asesinato.

No es lo mismo forjar una identidad de personajes que vivieron hace 300, 400 o hasta 500 años, -de quienes las únicas referencias son documentos, que pudieron haber sido redactados con carga emocional de filias o fobias, dependiendo de los intereses personales o de grupo de quien narró el acontecimiento-, que describir a personajes históricos ubicados en un pasado reciente, cuya identidad se sustenta en haber escuchado testimonios de primera mano, respecto a su vida y conducta pública.

El idealismo de la primera etapa de la revolución mexicana finalizó con el exilio de Porfirio Díaz y el inicio de la presidencia de Francisco I Madero, acompañado de José María Pino Suárez en la vicepresidencia.

Lo que vino después del asesinato de Madero y Pino Suárez fue la lucha por el poder y las ambiciones personales. En ese contexto se ubica la presencia de Doroteo Arango, -más conocido como Pancho Villa-, en la revolución mexicana.

Podemos reconocer el genio militar de su incursión en Columbus, Ohio, en 1916, así como otras hazañas.

Sin embargo, reconocer en él ideales y valores sociales equivale a tener una visión muy superficial y estereotipada de nuestra historia.

Desconocer la barbarie que significaba la llegada de la División del Norte, -ejército que él comandaba-, a cualquier poblado o ciudad representaba una tragedia que se traducía en ejecuciones sin justificación, el pillaje sobre la población civil y el abuso sobre las mujeres del lugar. “Mátenlos y después averigüen” es la frase suya que ha pasado a la posteridad 

Muy diferente era la existencia de una causa enarbolada por varios de los jefes militares de esa época, como lo fue la motivación de la lucha agraria de Emiliano Zapata, o la visión de estado de Venustiano Carranza, que incluso propició la promulgación de la Constitución del 5 de febrero de 1917.

Hablar de historia simplemente “de oídas” es un grave riesgo para un funcionario del nivel de Adán Augusto, responsable de la política interior de nuestro país y aspirante a la presidencia de la república.

Hablar de historia exige la existencia de una cultura básica, como la que tenían los políticos de antes. Por ello, cuando no se domina un tema, es mejor evadirlo de cara a la opinión pública.

Hoy que vivimos la era de la transparencia, la información en línea y en tiempo real, se debe ser cauteloso al emitir declaraciones ante la prensa. 

Narrar la historia como si fuesen “recetas de cocina” abona a la desinformación y creación de mitos.

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