M.C. y H. Oswaldo Rodríguez Amaya
La propia teoría de la división de poderes ha señalado que en todas la repúblicas deben de ser, los propios poderes, grandes contrapesos de ellos mismos. Un poder que vigile al otro de los excesos y de las tiranías, la razón, los excesos que se producen desde la ambición, la unilateralidad y el afán de perpetuarse en el poder, él gobernante, su partido político o sus afines.
El Instituto Nacional Electoral durante los últimos cuatro años ha sido un protagonista en este enfoque de los pesos y contrapesos, ha sido, en algunas ocasiones el único organismo que se ha mantenido, a pesar de la crítica social y política, frente a los desacuerdos y frente a partidos políticos y gobernantes. Hoy el INE podemos señalar que se mantiene al frente de la construcción de la vida democrática del país, pero también se mantiene como el árbitro electoral, por lo cual reconocer que todo es perfectible, debe de ser primicia.
A propósito del último párrafo, debemos de siempre mantener presente en el ámbito legislativo que, en todo momento, el derecho debe de ser perfectible y por lo cual abordar una reforma electoral desde este enfoque no debe de ser considerado como toda negativo, tampoco lo debe de ser el hecho de manifestar que todo está perfecto en la nueva propuesta legislativa.
A pesar de que la nueva reforma implica una necesidad, urgente, de optimizar los recursos públicos en los casos de consejeros, partidos políticos y organización de las elecciones, también debemos de considerar el hecho de reducción de legisladores y lo cual también es una necesidad sentida de todos los ciudadanos, pues se presentan más iniciativas de las que puedan ser votadas y publicadas.
Asimismo, abordar lo anterior, también debe de apuntar y señalar de forma profunda el respeto en todo momento a la imparcialidad y autonomía del organismo electoral pues en eso se ha dado resultados y considero, se debe de seguir manteniendo. Además, que las reformas siguientes no sean solo de nombre, sino también de atribuciones, en donde las consultas ciudadanas no sean utilizadas como una acción mediática.
Definitivamente la voluntad y la expresión ciudadana deben de seguirse respetando en todo momento; los ciudadanos debemos de actuar en todo momento con patriotismo y defensa de las instituciones, pero, al mismo tiempo, ser vigilante de lo que se proponga, debata y se realice, sea de forma que solamente beneficie a los ciudadanos y no a los grupos del poder. Al tiempo.