Si bien, sufrir una infidelidad es una experiencia que nadie quisiera experimentar, ya que, daña la reparación a veces a niveles irreparables, pero como para todo hay una explicación, esta no es la excepción.
Ya que ser infiel no tiene que ver solamente con la voluntad y sentido común de la persona, sino que muchas de las veces, la química del cerebro se involucra para orillar a una persona a realizar el hecho.
Incluso, podría volverse una adicción entre ciertas personas, pues lo mismo que ciertas sustancias o experiencias, la infidelidad provocaría un aumento del placer y una inhibición de la culpa y dolor.
A continuación, te vamos a explicar lo que sucede con el cerebro cuando eres infiel.
La infidelidad desata una avalancha de dopamina en el cerebro
De acuerdo con el estudio de Nature Neuroscience, al momento de serle infiel a tu pareja, el cerebro libera una gran cantidad de dopamina, que es la sustancia responsable de la felicidad y el placer.
Esto provoca que el acto de infidelidad se vea como algo positivo, pues nos provoca una sensación de bienestar en ese instante.
El estudio señala que la dopamina se dispara sobre todo en personas que ven a su relación formal como algo monótono, que no les provoca ninguna emoción en algún sentido.
De ahí que al engañar a la pareja, se disparen todos los sensores placenteros en el cerebro y el sistema nervioso central.
La infidelidad sería más común en personas con personas que buscan emociones fuertes
Por lo general, la dopamina es nivelada por una enzima conocida como monoaminooxidasa A, la cual sería una especie de freno en situaciones de alto riesgo, como una infidelidad
Sin embargo, existen personas con niveles bajos de esa enzima, estas serían más propensas a ser infieles, pues naturalmente tenderían a buscar esa compensación de dopamina.
Bien puede ser exponiéndose a ciertos peligros (controlados) como deportes extremos, o bien, teniendo varias parejas al mismo tiempo.
La sensación de placer de la infidelidad provoca adicción
Si el infiel nota que sus acciones no tienen consecuencias inmediatas, la sensación de placer podría ser adictiva al grado que engañarían a sus parejas de manera compulsiva.
No sólo eso, el cerebro respondería de manera positiva bloqueando cada vez más el sentido de culpa, al grado que al infiel le sería más fácil mentir en cada ocasión.
Como si fuera alguna clase de droga, al momento que el cerebro registra una baja de dopamina, por mínima que esta sea; la persona tenderá a compensarla, en este caso un una infidelidad.
En términos neurocientíficos, el infiel llega a un punto que no engaña a su pareja para sentirse bien, sino para evitar sentirse mal.
Claro que esto no quita todo el daño moral, social y psicológico que le provoca a la otra persona por su búsqueda de placer y emoción inmediata.
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