En el ya muy lejano 1599 y transcurriendo el siglo de oro de la
literatura española, el recordado Mateo Alemán y de Nero, escribió:
“No basta comenzar bien, ni sirve de mediar bien, si no se acaba bien;
de poco sirven buenos principios y mejores medios, no saliendo
prósperos los fines”.
Uno de los temas en que existe más confusión y desconcierto en ésta
Cuarta Transformación de la Nación es el de la aplicación de los
principios emanados en nuestra Carta Magna. Para empezar, en el
momento político por el que atraviesa nuestro México, existe una
normativa de aplicación muy diferente a lo que ordenan nuestras
leyes. Donde se deben de aplicar los códigos, incluido el Código Penal
Federal, se aplican ocurrencias y caprichos del Poder Ejecutivo. Esas
ingeniosidades y fantasías no compaginan con los derechos y
salvaguardas que nos concede la Constitución Política de los Estados
Unidos Mexicanos.
Nuestros tribunales de procuración e impartición de justicia no pueden
ni deben seguir ignorando esa triste realidad, no precisamente
simpatizante de la defensa y respeto de los principios, libertades y
derechos que nos confiere la letra y espíritu de la Suprema Ley.
Nuestros Ministros de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, los
jueces, los magistrados, los fiscales y los agentes del ministerio público
no pueden desconocer que en el concierto de las Naciones se nos
considera un País corrupto en la aplicación de las leyes para proveer e
impartir justicia.
Como se observa, México requiere un giro desde ya. La tendencia en el
mundo, en general, es incrementar la libertad para obtener justicia. De
ahí que cobre una mayor importancia el tema de nuestros principios
torales insertos en el Pacto Federal.
Lo importante —lo fundamental— es el tema de los principios, que
debe aplicar el Poder Ejecutivo y no de las historietas y bufonadas que
viene emitiendo.
Es patético lo que acontece en los Estados Unidos Mexicanos, es
sombrío y doloroso el futuro de nuestros hijos. Lo cierto es que en éste
momento político de la Cuarta Transformación de la Nación, la
Constitución se aplica a discreción de la arbitrariedad, a su leal –-o
desleal— saber y entender. Lo que diga Andrés Manuel López Obrador
es puro maquillaje para hacer patente esas tropelías e iniquidades.
No son ellos los principios consagrados por nuestros Legisladores
Constituyentes del 17. No son ellos los principios para que a México le
vaya bien, si se continúa así no le van a salir prósperos los fines al
Presidente Constitucional de los Estados Unidos Mexicanos. México
seguirá inmerso en la corrupción propiciada por la narcopolítica.
México también tiene sus leyes y está sujeto a ellas, por tanto, el
Poder Ejecutivo se debería someter a ellas.
Es cuanto
Lic. Alberto Woolrich Ortíz.
Academia de Derecho Penal del
Colegio Nacional de Abogados Foro de México, A.C..