Este martes, Antonio Guterres, secretario general de la ONU, inició la asamblea general del organismo con un mensaje contundente:
“La crisis del poder adquisitivo se desata, la confianza se desmorona, las desigualdades se disparan, nuestro planeta arde, la gente sufre, sobre todo los más vulnerables” y a pesar de ello, “estamos bloqueados por una disfunción global colosal”.
El diagnóstico, además de certero es terrible y no deja espacio para el optimismo. En el discurso inaugural de la primera asamblea totalmente presencial, después de dos años de pandemia, el exprimer ministro portugués fue determinante en la necesidad de apelar a la unidad y al consenso frente a una realidad que se desborda.
Sin embargo, no sé si existan en el mundo las condiciones que incentiven a una suerte de acuerdo o coalición global como imagina y solicita Guterres, y todo indica que los bloques regionales son la opción para el presente y para el futuro.
Imaginar unión global frente a una realidad tan compleja y en la que las divisiones políticas, ideológicas, étnicas, económicas y de toda índole están a flor de piel, es loable, pero tristemente, algo ingenuo. La dinámica global apunta en otro sentido y lo más probable es que el llamado de Guterres solo sirva para impulsar más el uso de la diplomacia (ojalá).
Dándole el beneficio de la duda al secretario general de la ONU, quizá precisamente el contenido pesimista de su discurso vaya precisamente en esa dirección: en la de empujar el diálogo para calmar un poco las aguas de este mundo turbulento. Sobre todo en lo referente a Ucrania: este conflicto ha manifestado cuán débiles son los cimientos de occidente y cuán ausentes son los liderazgos de este bloque.
Quizá, ante el avance de las tropas ucranias y la reconquista de algunos territorios, y la posición cada vez más cautelosa de China al respecto, motiven a la Unión Europea y EU a vislumbrar una pronta solución al conflicto. Quizá, la emergencia energética que vive Europa de cara al invierno sea el leit motiv para que desde la ONU se inste a la acción. Quizá, la ahora cada vez más latente e irreversible crisis climática y sus objetivos cada vez más incumplibles estén orillando a que se alce la voz, un poco más fuerte.
La experiencia previa nos dice que este tipo de declaraciones y de discursos poderosos pocas veces tienen efectos prácticos a la hora de tomar decisiones. Ojalá esta sea la excepción. Ojalá el llamado de atención de Guterres tenga el eco suficiente para que, por lo menos en Occidente, se tomen cartas en el asunto y se valore lo que en realidad está en juego.
Las palabras del secretario general de la ONU no dejaron cabos sueltos y en ellas se dijo lo que se tenía que decir. Habrá que ver si existirá la voluntad política para escucharlas y actuar en consecuencia.