Cuando escuchamos la palabra desierto, inmediatamente nos viene a la mente un paisaje árido sin vida, donde relacionamos la presencia de grupos nómadas, sobreviviendo de lo poco que este medio ambiente les puede ofrecer.
Sin embargo, existen hallazgos que pueden cambiar nuestra percepción, los vestigios indican que estos pobladores tenían un amplio conocimiento de su entorno, que les ayudaba a sobrevivir sin problema alguno, dejando evidencias de su paso, recurrían a un sinfín de estrategias de supervivencia, se valían de una agricultura selecta, colectando frutos o productos con características específicas, utilizados como alimento o medicina, y debido a la escases de agua, almacenaban el agua de lluvia en tinajas rocosas a lo largo de sus senderos tradicionales.
Estos grupos indígenas que poblaron estas tierras contaban con una gran riqueza cultural, estableciendo claros asentamientos humanos y centros ceremoniales, donde rendían culto a sus muertos, además de existir un comercio activo con otras culturas del centro de México.
Durante cientos de años se adaptaron a los ciclos naturales del semidesierto, para sobrevivir aprovecharon los recursos existentes, utilizando de forma exitosa plantas medicinales, como los frutos de pitayas y saguaros, y fabricaron su vestimenta de fibras obtenidas de la yuca, además de materiales para la construcción de sus viviendas, recursos ceremoniales, materiales de ornamento y fauna proveedora de alimento, dicho aprovechamiento de los recursos naturales era realizado de forma congruente a sus necesidades.
El semidesierto ofrece una gran riqueza biológica, encontrando formas diversas de flora y fauna. Por lo que concierne a la flora, esta reúne condiciones especiales, desde cactáceas, suculentas, arbustos espinosos y bosques ribereños. Flora que ha acompañado a nuestros antepasados hasta nuestros días, coexistiendo en nuestro quehacer diario, por ejemplo, en nuestra gastronomía, el uso nopales y flores silvestres como la del maguey, garambullo, yuca y palma, además de utilizar su savia como el agua miel y fermentados –pulque-.
Así como la utilización de los frutos comestibles de las biznagas -biznaguita de chilitos- , que se cosechan de plantas silvestres entre los meses de mayo y junio, con un característico sabor agridulce. También el uso de orégano, como especia culinaria, pero reconocido por sus bondades medicinales para tratar enfermedades como gripa, tos, cólicos menstruales y algunos dolores musculares. Y la utilización de flora con fines medicinales, como la damiana o pastorcita (Turnera difussa), para problemas digestivos y circulatorios, o el peyote queretano (Lophophora diffusa), para dolores musculares y reumáticos.
La Facultad de Ciencias Químicas de la Universidad Autónoma de Coahuila a través de su Departamento de Investigación en Alimentos ha desarrolla desde hace 12 años investigaciones sobre elementos obtenidos a partir de flora del semidesierto, han trabajado en especies como; la gobernadora, damiana, orégano, hojasén, laurel y sangre de drago, de donde han logrado extraer e identificar compuestos bioactivos y que se ha demostrado su bioactividad, ya sea como antioxidantes o con propiedades antimicrobianas.
Un bioactivo es un compuesto químico de origen natural que va a conferir una propiedad benéfica para la salud, básicamente un promotor de la salud, por ejemplo, su actividad antioxidante en la protección contra radicales libres puede tener efectos antimicrobianos, ya sea contra bacterias, hongos y algunos parásitos. También en la regulación de ciertos metabolitos en la sangre humana, como el colesterol y el azúcar.
De la gobernadora han aislado un compuesto que tiene una alta actividad antioxidante, se trata de un lignano llamado ácido nordihidroguayarético o NDGA, considerado uno de los antioxidantes más potentes que se encuentran reportados. Actualmente la Universidad Autónoma de Coahuila está desarrollando líneas de investigación con los compuestos de estas plantas sobre el potencial anticancerígeno en cáncer de mama y cervicouterino.
El conocer y valorar nuestro capital biológico y cultural nos debe ayudar a procurar su protección, conservación y uso sostenible, y entender que no solo se trata de un conjunto de recursos naturales y tradiciones sin valor, que son parte de procesos evolutivos, de conocimientos y adaptaciones complejas, que hoy en día están en riesgo ante la urbanización, la transformación y la industrialización.
Apreciar al semidesierto mexicano nos ayudará a disminuir los riesgos antropogénicos, y evitar a toda costa la pérdida del entorno ambiental y de toda la herencia cultural, patrimonio inalienable de México y el Mundo.