Latitud Megalópolis
Por Los fanáticos no callan. El fanatismo es el escándalo más corriente, más ruidoso, más insoportable. Los fanáticos no buscan la verdad, se encierran en sus medias verdades o sus enteras mentiras; son insaciables, y son los que siempre han de estar acompañados por sus iguales, rechazando duramente a cualquier disidente.
Después de utilizar estructuras poéticas de Jaime Sabines, no para hablar de los Amorosos sino de los fanáticos, puedo asegurar que mientras los primeros son consumidos por el romance, los segundos –más peligrosos- están destruyendo al mundo.
Sí, los fanáticos están destruyendo al mundo, desde su visión extremista de la realidad que nulifica toda postura que se asome contraria a la suya.
El fanático busca formar porras, paleros que le respalden sin importar el costo; ladinos que saquen de la manga cualquier argumento que tergiverse la realidad y la amolde a su conveniencia.
Los fanáticos se multiplican y corrompen todo lo que tocan. Aparecen como monstruos infiltrados en cualquier deporte; bajo cualquier bandera partidista, ideología política, nacionalidad o lugar de origen; formando cultos sobre sagas ficticias, videojuegos, personajes imaginarios, marcas; bandas, géneros musicales y artistas; encabezando religiones y movimientos.
La ideología del fanático es la violencia, que toma formas diversas. Desde el insulto y los golpes, el fanático alimenta la llama que confunde con pasión; enciende cada vez más ese fuego que en múltiples ocasiones termina consumiéndolo.
El fanático se diferencia del aficionado al llevar toda postura al extremo. Mientras el aficionado disfruta esa pasión, prestando atención a todos los detalles de aquella actividad que le causa satisfacción –gozo-, el fanático está en búsqueda de enemigos, del enfrentamiento.
El conflicto es donde se lleva a cabo realmente su verdadero juego, aquel que consiste en liberar toda su frustración cotidiana, su enojo, sus miedos más profundos, su inestabilidad emocional, su insatisfacción.
El fanático fuerza el discurso para que todos elijan un bando. Si no estás a su favor, estás en contra suya y de todo su sistema de creencias. En esta abrupta polarización, las posturas neutras y racionales son asesinadas por solo respirar.
Los fanáticos se aprovechan del miedo para manipular masas. Mientras más conflicto exista, más fácil para un fanático es llegar y ejercer el poder. Los fanáticos se fortalecen alimentados del caos, del terror popular, de la ira colectiva; los fanáticos ven enemigos por todos lados, y cuando no los hay, con una facilidad de guionista los inventan.
Los fanáticos están destruyendo al mundo, y lo seguirán haciendo mientras tengan el paso libre; siempre y cuando nos quedemos callados, toleremos su violencia, les dejemos entrar, propagar sus mentiras; les permitamos multiplicarse y subsistir entre nosotros.