Estados Unidos vive una de sus horas más oscuras y estas podrían volverse aun más negras. El pasado martes, Donald Trump, expresidente y ahora posible candidato para las presidenciales del 24, volvió a Washington por primera vez desde aquel fatídico 6 de enero de 2021 en el que muchos estadounidense veían atónitos como una horda de simpatizantes del incendiario neoyorkino irrumpían violentamente en el Capitolio para evitar la ratificación del triunfo de Biden.
Más de un año después, Trump se muestra listo para dar batalla y aunque no hay novedades en su discurso, ya se sabe, la narrativa de la víctima, o sea él, lo inunda todo, la visión apocalíptica de una idea de Estados Unidos que según él se extingue gracias a las políticas de la “izquierda radical” y el llamado al más rancio y obsoleto, pero peligroso nacionalismo del Tío Sam.
El asunto que preocupa ahora no es solo el siempre incendiario discurso del expresidente, sino el cada vez más nutrido grupo de republicanos y grupos conservadores y de ultraderecha que ya tienen en mente toda una agenda para “salvar a América”. Y ya la están poniendo en marcha. Lo sucedido hace unas semanas en la Suprema Corte con la derogación del caso Roe vs Wade es solo la punta del iceberg de lo que le espera a ese país una vez que los republicanos tomen de nuevo el control
Y todo indica que para las primarias de noviembre los demócratas perderán su mayoría en el Congreso, lo cual dará alas al Trumpismo para sacar todas sus municiones y regresar a la Casa Blanca a terminar el trabajo que quedó a medias ya que el empresario no pudo reelegirse.
Si bien, según algunas encuestas si las elecciones federales fueran hoy, Trump perdería, la realidad es que la situación no pinta nada bien para la administración de Biden y para su partido. Los temores de una inminente recesión en EU el año que bien podrían incrementar las posibilidades de triunfo para Trump ante un electorado para el que la economía es un factor determinante al momento de emitir su sufragio.
Si Trump regresa a la oficina oval, se deberá en gran medida a su astucia para identificar y atizar las inquietudes y demandas de la mitad de sus conciudadanos y a la incapacidad de los demócratas para sanar heridas y promover una reconciliación nacional, escenario que cada vez se ve más lejano cuando ni uno ni otro lado del espectro parece ceder un ápice.
Trump muestra de cuerpo entero la fragilidad del sistema democrático de EU y la polarización que la errática administración de Joe Biden no ha podido mitigar. Por otro lado, el liderazgo estadounidense a nivel global sigue en el limbo y las promesas del demócrata de recuperar el lugar de su país en la geopolítica internacional se quedaron en eso, meras promesas: la guerra comercial con China tiene a EU al borde; la respuesta occidental al conflicto en Ucrania ha sido un fracaso y para colmo y como resultado de lo anterior la inflación se sigue disparando sin ningún control.
Y en lo que respecta al juicio que actualmente se lleva a cabo en contra de Trump por su implicación directa en los hechos del 6 de enero de 2021, resulta poco probable que este derive en una sentencia formal en contra del republicano toda vez que ello podría interpretarse como una venganza política y el costo institucional y social sería enorme: las huestes que apoyan a Trump protestarían furiosas y eso llevaría al país a una crisis política y social con ecos de la Guerra Civil.
Pero no castigar a Trump, dada la irrefutable evidencia de su responsabilidad en lo que a todas luces fue un intento de golpe de Estado, también deja vulnerables a las autoridades e instituciones de justicia de EU, sentando un precedente terrible en términos de impunidad.
Por donde se mire, los próximos dos años serán decisivos para el futuro de Estados Unidos y de paso para el de nuestro país. Si Trump vuelve a la Casa Blanca serán, al menos, otros 4 años complicados para México y para el mundo.