En las últimas semanas, entre amigos, familiares y colegas de trabajo uno de los temas recurrentes ha sido el de la crisis climática. El tono de la conversación ya no es en tiempo futuro; vemos con profunda preocupación que todas las predicciones y advertencias que comenzaron a divulgarse desde principios de la segunda mitad del siglo XX se han ido cumpliendo.
Este es el gran tema de nuestro tiempo, puesto que de lo que hagamos para arreglar aquello que aún puede arreglarse depende el futuro de nuestra especie y de muchas otras formas de vida en este planeta.
Hoy sabemos que el tiempo se nos agotó y que muchos de los daños que la actividad humana le causó al planeta son ya irreversibles. Sabemos también que existen alternativas y que todavía puede hacerse algo para evitar que la crisis empeore. Sabemos también que muy probablemente nuestra vida en este planeta vaya a cambiar radicalmente, y aquí está la clave de todo.
¿Nuestra especie se aproxima a una extinción masiva?
Hoy día se trata de una pregunta que ronda en la cabeza de muchos debido a los efectos del cambio climático que ya se observan en todo el mundo y cada vez con mayor fuerza: sequías, olas de calor, inviernos cortos, deshielo de los árticos, huracanes y desastres naturales cada vez más potentes. Todos estos fenómenos siempre han estado presentes en la naturaleza, la diferencia es que hoy suceden con más frecuencia y con mayor impacto.
Si sabemos todo esto y si contamos con la experiencia científica de cómo funciona el planeta y qué lo mantiene en equilibrio; si sabemos que existe un orden natural que permite la vida tal como la conocemos, entonces qué estamos haciendo con todo ese conocimiento y cómo lo estamos aplicando para salvar el único hogar que tenemos.
Pues bien, aunque a paso lento y con algunas trabas, existen muchas iniciativas privadas y públicas alrededor del mundo que desde sus respectivas trincheras están dando la batalla a esta crisis, desarrollando tecnología que permita sustituir a los combustibles fósiles, realizando activismo y cabildeo para que desde el Estado se impulsen políticas y modelos económicos sostenibles, transformando industrias que otrora tenían impactos severos en el medio ambiente.
Existe toda una agenda política, social y empresarial que busca modificar por completo nuestro actual sistema de producción. Es obvio que eso no puede hacerse en un abrir y cerrar de ojos, es obvio que esa transformación presentará resistencias y que habrá quienes se rehúsen a abandonar el antiguo modelo. Todos los cambios generan reticencia. Así ha sido siempre.
Entonces, si la crisis ya está aquí, ¿qué podemos hacer? Exigir a políticos y empresas que aceleren el paso en la transición energética, que se apueste por modelos económicos que prioricen el uso responsable de recursos naturales y que reduzcan su impacto ambiental, que se invierta en innovación e investigación para desarrollar esquemas energéticos y de producción más amables con el planeta.
Sí, los efectos del cambio climático ya nos alcanzaron y pueden empeorar en los próximos años, ¿dejaremos que la inercia de este fenómeno siga su curso o vamos a hacer algo al respecto? Yo me inclino por la segunda opción, y creo que todos deberíamos hacerlo. ¿Cómo? Seamos más ciudadanos en activo y no en redes sociales. Organicémonos en comunidad para exigir e impulsar agendas en pro del medio ambiente. Exijamos a nuestros políticos acciones contundentes al respecto. Usemos el voto de manera inteligente y con visión de largo plazo. En otras palabras, involucrémonos en la toma de decisiones.