En comparación con otras culturas y civilizaciones del México antiguo, la sexualidad de los mayas presentaba varias modalidades e incluso identidades sexuales fluidas, de acuerdo con los especialistas.
Escenas muestran a dioses ancianos copulando con diosas más jóvenes, o también existen representaciones de cautivos de guerra con penes de dimensiones exageradas, según información albergada en la revista Arqueología mexicana y reproducida por el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) de México.
La masturbación del pene tenía una carga ritual y es encontrada en variedad de esculturas y pinturas en cuevas, pues la cosmovisión consideraba que las cavidades naturales eran espacios propicios para la fructificación de la semilla y el semen. Así, la masturbación en cuevas era una especie de acto propiciatorio.
En tanto, la vagina es entendida en la región mesoamericana como una fuerza oscilante entre la vida y la muerte, a la vez que un depósito de energía, una dualidad visible en representaciones escultóricas como la de la diosa Tlaltecuhtli, de la cultura mexica.
En el México antiguo hubo dioses procreadores del universo, patronas de los concupiscentes y los disolutos, etnias con tendencia al nudismo, ritos masturbatorios de iniciación no ajenos a la homosexualidad, entre otras prácticas.
Muchas de estas tradiciones se vieron mermadas con la llegada de los españoles, que las calificaron de tabú, principalmente las que mezclaban el sexo con la cosmogonía, distingue el INAH.
“Los prejuicios en torno a estos aspectos trascendieron el tiempo y escasas veces se consideraron dignos de estudio”, apunta la dependencia cultural.
Sin embargo, las características de esta vida sexual quedaron impregnadas en crónicas, piezas arqueológicas y datos etnográficos que han permitido a los especialistas indagar en este pasado.
El experto Alfredo López Austin distinguió que culturas como la huasteca y la otomí justificaban su proclividad al erotismo asegurando que provenían de dioses llenos de deseo sexual.
“Pero aún los nahuas, y entre ellos los mexicas, veían en el placer sexual un don divino, equiparable al alimento, a la alegría, al vigor vital y al reposo cotidiano, era cuestión de moderar el disfrute de aquel regalo como se hacía con cualquier otro bien concedido por los dioses”, apuntó el antropólogo entonces.