Por Adriana Delgado Ruiz |
Hoy, los trabajadores son libres de afiliarse o no a un sindicato y de votar por los candidatos a puestos de poder político de acuerdo con su propia libertad
Dada la crisis mundial por el encarecimiento de combustibles y comestibles, la industria mexicana de los hidrocarburos está centrada en la soberanía energética y alimentaria. El gobierno proyecta inversiones por más de 500 millones de dólares este año para producción de fertilizantes, ya que 24 por ciento de todos los que se usan son importados de Rusia.
El plan es producir dos mil 500 toneladas que permitan la siembra de hasta 30 mil hectáreas diarias, particularmente de granos como maíz y frijol. La urea se fabrica a partir de dos materias primas que aporta la industria petrolera, amoniaco y dióxido de carbono, así que uno de los puntos de producción estará en Poza Rica, Veracruz, ciudad históricamente pujante hasta la reforma energética del gobierno anterior.
Al menos hay una luz de esperanza para esa zona en cuanto a empleos y algo de desarrollo. El reordenamiento y rescate de Pemex también pasa por su sindicato. Ayer fue una fecha crucial en su proceso de democratización. Los más de 72 mil agremiados pudieron votar por la legitimación de su actual contrato colectivo de trabajo, mediante el Sistema Remoto de Votación Laboral (Sirvolab) de la Secretaría del Trabajo. Dado que la titularidad de un contrato colectivo es la razón fundamental para la existencia de un sindicato, éste es el punto culminante de un proceso de renovación a partir de dos hechos: la reforma laboral de 2019 y la renuncia del entonces dirigente sindical, tras más de dos décadas de encabezarlo.
Hoy, Petróleos Mexicanos está transitando con su sindicato y su dirigencia, encabezada por Ricardo Aldana, la más legítima en toda su historia, dado que fue electa mediante voto libre, secreto y directo de sus agremiados.
Antes de la renovación de la dirigencia nacional, hubo procesos democráticos internos en 2021 para elegir al liderazgo de cada una de las 36 secciones del sindicato. En tres ganaron candidatos considerados disidentes. En cuatro, el proceso tuvo que reponerse, el 28 de marzo, por las irregularidades presentadas.
Hecho todo eso, entonces sí, pasaron a la renovación de la dirigencia nacional. No hubo candidatos corporativos, impuestos desde el poder político, ni “de unidad”.
De hecho, se registraron 25 aspirantes: siete mujeres y 18 hombres, que tuvieron oportunidades sin precedentes para exponer públicamente sus propuestas en la mañanera de Palacio Nacional. La elección se llevó a cabo mediante sufragio electrónico, también a través de la plataforma Sirvolab. Ricardo Aldana fue el triunfador, con 70.62 por ciento de los votos.
La reforma laboral va bastante más allá de la democracia en los sindicatos. También significa el final de toda una era de corporativismo en que esas organizaciones eran afiliadas a un partido político y representaban votos masivos y obligatorios en favor de un candidato a gobernador o Presidente.
Hoy, los trabajadores son libres de afiliarse o no a un sindicato y de votar por los candidatos a puestos de poder político de acuerdo con su propia libertad ciudadana. Sin duda, un avance democrático que debe apreciarse en toda su dimensión.