Esta última visita de Estado, la tercera que hace López Obrador en su sexenio, ha sido, me atrevería a decir, positiva en muchos sentidos para el presidente mexicano (y también para EU).
Más allá de las desavenencias que se han presentado en los últimos meses, como la negativa del mandatario mexicano a asistir a la Cumbre de las Américas, o el artículo del New York Times sobre la “preocupante” cercanía del embajador Ken Salazar con el gobierno mexicano (que por cierto se debe seguramente a una filtración de enemigos de Biden dentro y fuera del Partido Demócrata) en supuesto detrimento de los intereses de Washington, creo que el saldo va a favor de México.
Ahora explico por qué. Puede que la visita haya sido breve y que en el encuentro con empresarios destaque la ausencia de Biden, pero creo que independientemente de eso lo que menos necesita la actual administración demócrata es un conflicto con su vecino del sur, sobre todo porque en sus asuntos internos, EU vive uno de los momentos políticos más tensos de su historia debido al nivel de polarización y división social que existe.
A ello hay que sumarle la inflación, los bajísimos niveles de aprobación de Biden, el conflicto entre Rusia y Ucrania, la amenaza de China y el papel cada vez más irrelevante de Estados Unidos en el tablero de la geopolítica mundial. Así que sí, en efecto, nuestro vecino tiene asuntos mucho más delicados en la lista de pendientes, que crearse frentes donde no los hay cuando al final del día nuestro gobierno ha cumplido con su principal tarea de aliado: contendiendo el flujo migratorio de la frontera sur.
Es cierto, probablemente se trata de una visita meramente protocolaria y de seguimiento de algunos temas clave de la agenda, como la migración, pero para nada me parece que sea un fracaso o humillación para el presidente de México. Y creo que ese tipo de apreciaciones flaco favor le hacen al país y a la relación bilateral con EU, que es fundamental para nosotros, pero para ellos también.
En sentido estricto y práctico, el diálogo y los acuerdos con Washington se han mantenido, y si ha habido diferencias, estas son naturales y hasta necesarias, tampoco se puede estar de acuerdo en todo. Se trató de una visita de Estado en la que del lado mexicano se plantearon cuestiones interesantes en términos de la emergencia migratoria que padece el continente y de la necesidad de hacerle frente.
El mismo López Obrado instó a Biden a ser atrevidos al respecto. Y aquí quizá ser atrevidos signifique estar dispuestos a no solo evitar que más personas indocumentadas intenten cruzar a EU en busca de una vida mejor, si no de darles las herramientas y los recursos que el sistema les ha negado para que no se vean orillados a dejar sus lugares de origen porque su situación allá es insostenible.
Está también el posicionamiento del discurso y narrativa de esta administración que busca generar inversión con un enfoque social, no sé si esto se este traduciendo en acciones concretas, aún, pero sí que ha cambiado la forma y contenido de los mensajes de la iniciativa privada y eso se llevó a Washington esta semana.
Con el tiempo veremos si los planes conjuntos de inversión que se anunciaron después de la reunión lograrán cumplir sus objetivos; combatir la inflación y generar oportunidades de desarrollo en Centroamérica, por lo pronto, me parece que la relación con el país vecino goza de cabal salud.