Por: Gerardo Becker Ania
Ahora que estoy aislado en casa y recuperándome del COVID, he tenido tiempo para meditar de forma más prolongada, y me refiero a la meditación, no como la acción deliberada de “libre pensamiento” (como muchos pueden creer que es) donde permitimos que la mente navegue descontrolada y desorganizada con ideas ambiguas como sistemáticamente lo hacemos diariamente, no es así, me refiero a la meditación como al verdadero ejercicio de reflexión en consciencia para observar en armonía y honestidad el paso por la vida, rectificar el camino y proponer mejores soluciones que contribuyan al beneficio colectivo.
En la batalla contra el COVID, hoy más que nunca valoramos la salud física y por supuesto la vida sobre todas las cosas, sin embargo, hemos minimizado que la salud mental es tan importante como la primera, y esto es tan importante debido a que la salud mental es el bienestar emocional, psicológico y social de una persona que determina el manejo del estrés y la correcta toma de decisiones, y de esto, platicaremos en esta ocasión.
Pero ¿Y todo esto que tiene que ver con el servicio público? Explico:
Durante el desarrollo de la historia humana, hemos visto líderes carismáticos, apasionados, con enormes capacidades histriónicas, y donde quizá, a simple vista, en buenas condiciones físicas, sin embargo, lejos de ese cascarón seductor y visible para el ojo humano, encontramos que, en su interior, las cosas no hayan marchado tan armónicamente como “presumieron” aparentar y sus decisiones, afectaron a millones de personas, por otro lado, hay casos donde un correcto cuidado mental y emocional a pesar de las dificultades, convierten los obstáculos en éxitos.
Veamos casos más concretos, Hitler, fue un líder en su época, tenía un potencial de oratoria brutal, marcaba objetivos gigantes, imponía con su presencia y su capacidad de crear historias e ideologías racistas eran enormes, sin embargo, y conforme a diversos estudios actuales tenía una descomunal carencia de estabilidad emocional, era rencoroso y vengativo y su diagnóstico lo catalogó como paranoico y bipolar, el desenlace lo conocemos todos, asesinó a millones. Hitler despreciaba la debilidad, la aborrecía más que nada, pero irónicamente, en contraste con los estándares de la psicología actual, era frágil y débil. Por otra parte, tenemos al expresidente estadounidense Franklin D. Roosevelt quien, en 1921 contrajo poliomielitis dejándolo paralítico de la cintura para abajo, quizá muchos podrían pensar que ese evento fracturo su estabilidad emocional, pero no fue así, aquella experiencia llevó a Roosevelt a fundar un centro de rehabilitación en Warm Springs, en el estado de Georgia para tratar a enfermos de polio, o que tal John F. Kennedy quien siempre lucía radiante como el presidente super carismático que fue, sin embargo, desde niño, contrajo la fiebre escarlata y a lo largo de su presidencia pocos saben que estaba tan enfermo que necesitaba diariamente fuertes medicamentos para mantenerse incluso de pie.
¿Cuál fue la diferencia entre el monstruo de Hitler a Roosevelt y Kennedy? La respuesta es: las condiciones en su SALUD EMOCIONAL Y MENTAL. Miren, no sirve de nada una salud física perfecta, cuando emocionalmente está desquebrajado y fracturado, mucho menos y más peligroso lo es, cuando eres un líder social, pues las enfermedades mentales o las personalidades tóxicas afectarán negativamente en la toma de decisiones. En otras palabras, los padecimientos de los líderes a veces se trasladan desafortunadamente a la sociedad que dirigen.
En la actualidad, no se ustedes, pero yo no tengo certidumbre que nuestro sistema se muestre preocupado por la salud mental y emocional de sus servid@res públic@s y líderes sociales, quizá debatan y se quejen, pero no tengo la certeza que se tomen acciones concretas y definitivas. Inclusive podría proponer que, al igual que en el sector privado, el servicio público deba examinar a mayor consciencia a quien eligen “contratar” para dirigirlos, pues una salud mental y emocional deteriorada podría desembocar en desafortunadas tomas de decisiones.
En México, hablar de impulsar el desarrollo personal y emocional de las y los servidores públicos es inusual y a muchos les resulta irrelevante y poco atractivo, cuando la realidad es que, un mejor ser humano, es más generoso y amable con los demás cuando se está sano internamente, pues en la interpretación de Robert Fisher en su libro: “El caballero de la armadura oxidada”, “para liderear a otros, primero hay que liderearse a uno mismo”.
Siempre insistiré que los Gobiernos deben generar políticas públicas para vigilar, atender y preservar la salud mental y emocional tanto de su ciudadanía como de sus integrantes, de engendrar y preparar líderes que compartan una visión y misión más humana y empática, que generen ánimo y entusiasmo, que sean responsables y respetuosos con los demás, que siempre unan y no que dividan, que su toma de decisiones sea en beneficio de una colectividad y no de una individualidad, que faciliten relaciones humanas exitosas entre personas, grupos, equipos y Países, y que sean proactivos, inspiradores y catalizadores para el cambio. Es momento de evolucionar, de inspirar a los jóvenes pero también de modificar a los actuales, es momento de influir en las próximas generaciones a una correcta evolución humana.
“Por eso, es importante que permanezcamos atentos, día tras día, como guardianes, ante las puertas de nuestro cerebro… cultivemos siempre nuestro jardín” Anthony Robbins.
¡Cambiemos el molde, cambiemos a México!
# La voluntad es el cambio ®
# Sumando a México.
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Referencias:
https://psicologiaymente.com/personalidad/perfil-psicologico-adolf-hitler
https://www.cerem.mx/blog/para-liderar-a-otros-primero-hay-que-liderarse-a-uno-mismo