Las disputas internas en los partidos de oposición están escalando a un punto de inviabilidad política. En vez de generar propuestas y alternativas reales de gobierno, sus rebatingas cuestan, y mucho, a los mexicanos. Nada más este año, los partidos políticos están recibiendo 5 mil 821 millones de pesos en dinero que sale de nuestros impuestos.
No son competitivos porque simplemente están alejados de sus bases y de la ciudadanía en general, convertidos en burocracias. Mientras, Morena fue construido como partido por el presidente López Obrador durante 25 años caminando por el país, generando bases reales de apoyo y estrategia política.
En sus últimos años en el poder, PRI y PAN no generaron nuevos cuadros, pero ante el cobijo de otros se formaron jóvenes con mañas y usanzas de políticos viejos que se han convertido en caciques con las dirigencias secuestradas, sin plataformas propositivas en temas tan fundamentales como la recuperación económica, el campo, la educación, la cultura, la seguridad, los feminicidios o la violencia que sufren mujeres y niños.
Los consejos políticos de esos partidos, cooptados por sus dirigencias, no se atreven a ventilar en asambleas el manejo y la falta de propuestas y sangre nueva. Los sectores que solían participar en las conquistas sociales partidarias, a veces por lealtad y otras por sumisión, están desdibujados o decidieron abandonar ante decisiones políticas tomadas sin ser consultados. Los líderes no tienen por qué irse, aunque los electores dejen en claro que no están dispuestos a otorgarles su voto.
En el PRI, que recibe este año 1,084 millones de pesos, si bien deben demostrarse las acusaciones de malversación contra Alejandro Moreno, los audios filtrados que develan negociaciones oscuras o advierten sobre matar de hambre a periodistas ahí están y muestran que la baja talla moral de un dirigente abre la puerta a sacarle trapitos al sol que hacen todo lo contrario a fortalecer a su partido.
Los pocos triunfos locales que obtienen son de sus locales y no producto de una estrategia nacional articulada y aun así los priistas de base en los estados resienten el no ser tomados en cuenta. Las corrientes internas exigen un cambio urgente de dirección y redefinir el rumbo del partido. Los exdirigentes llamaron a cerrar filas en torno al PRI, no a su líder.
Cuando ‘Alito’ llegó a la dirigencia, el PRI gobernaba 11 entidades, la mayoría consideradas bastiones dado que no habían tenido alternancia política. Ahora, tras los comicios recientes, solo le quedan Coahuila y el Estado de México que estarán en disputa electoral en 2023, además de Durango, que recuperó recientemente. Es todo. El PRI podría llegar a la elección presidencial de 2024 con solo uno o dos estados en su haber.
En el PAN, con 1,106 millones de pesos en prerrogativas este año, la situación no es distinta. Durante la dirigencia de Marko Cortés, ha perdido ocho gubernaturas. Antes del proceso electoral de este año, ya había un audio filtrado en que reconocía que su partido no tenía oportunidad alguna más que en un estado. En 2018, el PAN gobernaba 12 entidades federativas y ahora conserva únicamente Aguascalientes, Chihuahua, Guanajuato, Querétaro y Yucatán. Incluso el actual gobernador hidrocálido, Martín Orozco, pide la renuncia del actual dirigente panista.
El PRD recibe 436 millones de pesos este año y tras sus resultados electorales ha perdido el registro en casi todos los estados donde ha competido por no alcanzar siquiera el tres por ciento de los votos.
En medio de todos esos conflictos internos, la oposición no está cumpliendo su papel de contrapeso del poder, mientras el dinero público es el eje de su burocracia. Buen negocio para sus dirigentes, muy malo para la democracia y la ciudadanía.