En días recientes se cumplieron 100 días de la invasión de Rusia a Ucrania. De acuerdo con el mandatario ucraniano Volodímir Zelenski, actualmente 20% de su territorio se encuentra ocupado por tropas rusas, con posiciones muy avanzadas particularmente al este de sus fronteras, cerca de 125 mil kilómetros cuadrados, otros 300 mil se encuentran minados y con municiones sin explotar, casi 12 millones de desplazados de los cuales 5 millones, principalmente mujeres y niños, han abandonado sus fronteras.
En cuestiones de política exterior, ya son seis rondas de sanciones emitidas por parte de la Unión Europea, además del veto a la importación del petróleo ruso que afecta directamente a países como Hungría, Eslovaquia y a la República Checa que dependen del combustible ruso y cuyas demandas serán cubiertas mediante otros proveedores mientras continúe el conflicto. Por otra parte, se prevé una donación de casi 10 mil millones de dólares a Ucrania para hacer frente a la crisis que se vive en su interior.
Por otra parte, se debe considerar que, gracias al apoyo internacional traducido en sanciones, donaciones de capital y armas, además de un esfuerzo histórico del pueblo ucraniano en defensa de su nación, la invasión se ha prolongado y seguirá prolongándose en tanto no se encuentren soluciones diplomáticas u ocurra un movimiento militar estratégico que ponga un alto al conflicto. En ese sentido, las consecuencias locales, regionales e internacionales se agravarán. Cuando el impacto es general y afecta sistemas financieros, alimenticios, energéticos, detona conflictividad social en distintas partes del mundo por el incremento en costos o poca disponibilidad de bienes y servicios.
Desde ya esas consecuencias han sido percibidas alrededor del mundo y América Latina esta siendo afectada por ello. La destrucción del aparato productivo ucraniano, así como la imposibilidad de cumplir con las exportaciones afecta industrias fundamentales, como la alimenticia. La pérdida de cosechas de cereales ha provocado tensión debido al acceso limitado a estos bienes de primera necesidad, generando alza en precios y desabasto que puede llegar a ser catastrófico en las poblaciones más vulnerables.
Si la situación se mantiene, el conflicto pasará de ser uno en movimiento a uno de posicionamiento, cuando se invierten más de tres meses en guerra, el espíritu y rendimiento de las tropas comienza a mermar, encontrándose también con limitaciones logísticas que evitarán que haya avances futuros tan fuertes como en las primeras oleadas rusas al interior. Se espera que ante este panorama se pudiera llegar a la consolidación de la ocupación rusa en determinados territorios, así como la consolidación de grupos de resistencia ucranianos en puntos específicos.
De igual forma, la estrategia rusa a lo largo del conflicto ha ido cambiando conforme las fuerzas ucranianas han ido haciéndole frente de manera más firme de lo previsto originalmente. Si bien de comenzaron con avances armados sostenidos, invadiendo ciudades estratégicas, hoy se distribuyen en bastiones en el oriente y sur del país, ocupando las principales salidas al mar, generando un corredor hacia la zona previamente ocupada de Crimea.
Aún falta mucho por definir, mientras el conflicto armado migra a uno de índole geopolítico y comercial el mundo continuará percibiendo las repercusiones multisectoriales, mucho tiempo después del interés fugaz en redes sociales y en medios de comunicación sobre la crisis humanitaria que se sigue viviendo a diario en esas latitudes.