El campo mexiquense ha sufrido diversas trasformaciones, y siempre ha sido meta de los gobiernos estatales en turno tener un campo más productivo, para ello, resulta apremiante cubrir no sólo las necesidades de los mercados, sino de la gente, combatir la pobreza y el rezago social debe ser la constante, y sólo se podrá erradicar si los programas dejan de ser de índole asistencial y clientelar, y enfocarse más en elevar la productividad del campo.
El campo mexiquense muestra un panorama alentador para el caso de la producción de cultivos estratégicos, como: rosa, tuna, triticale, aguacate, maíz grano, agave, café cereza y producción de cárnicos, ya que atienden de manera importante la demanda estatal, sin embargo, su crecimiento debe estar basado en sus exportaciones, en la generación de más y mejores empleos, en la derrama económica que estos generan, así como un mayor bienestar para toda la población.
En los últimos 30 años el sector agropecuario ha experimentado diversos cambios, desde la entrada en vigor del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) hoy T-MEC, el sector se ha transformado en diversas ocasiones, tanto en las técnicas utilizadas para los cultivos, como en la aplicación de nuevas tecnologías para aumentar la calidad y productividad.
La apertura relativa del sector agropecuario ha generado una dinámica de competencia que ha fortalecido la producción de ciertos cultivos y ha debilitado las capacidades de algunos otros, influidos por los mercados y preferencias tanto internacionales como nacionales. Ante esto, resulta fundamental analizar la dinámica agropecuaria, y establecer parámetros claros sobre los productos que han incrementado su producción y los que se han debilitado, y con ello, plantear nuevas estrategias que beneficien al campo y a los productores mexiquenses.
En el 2020, el Estado de México tuvo una participan relevante a nivel nacional, con el 2.1% en el sector. Se ubicó en el lugar 16 a nivel nacional en superficie sembrada, cosechada, volúmenes de producción y tipos de cultivos, el subsector pecuario se ubicó en la posición 12 y la producción acuícola en el 1er lugar de los estados sin litoral. Resaltando la producción de cultivos estratégicos como el aguacate, el agave y el café cereza, entre otros. El volumen de producción agropecuario y pesquero fue de 6,171,380 toneladas: agrícola con 5,691,671 tonelada (92.22%); pecuario con 455,283 toneladas (7.4%) y pesquero con 24,425.30 toneladas (0.01%).
Uno de los principales desafíos para las empresas alimentarias en el Estado de México será, el crecimiento de la demanda por aumento de la población, se estima que, debido al aumento poblacional necesitará más alimentos para satisfacer la demanda. El Estado de México es la entidad con el mayor número de habitantes en el país; concentra el 13.54% del total de la población. En el 2000 el INEGI estimó que en la entidad habitaban 13 millones 96 mil 686 personas; para el año 2010 la población se incrementó a 15 millones 175 mil 862, y para el 2021 se incrementó a 16 millones 992 mil 418, con una tasa de crecimiento promedio anual de 1.44 por ciento.
Con el aumento de la población y la creciente demanda de alimentos, tanto los productores agropecuarios como las empresas que distribuyen o procesan alimentos tendrán que evolucionar y mejorar sus procesos para responder a una demanda en constante crecimiento.
Otro de los grandes desafíos que experimenta el sector agropecuario es incorporar la tecnología que les permita responder a las exigencias de sus consumidores, del mercado y cumplir con los nuevos estándares para lograr una mayor sustentabilidad en sus procesos y hacer un uso más eficiente de los recursos.
Es por ello, que los recursos del sector público deberían ir encaminados a incentivar el uso de herramientas tecnológicas enfocadas a la sustentabilidad. Otras alternativas serían los arrendamientos, ya sea puro o financiero, para poder adquirir activos productivos como maquinaria, vehículos, celdas solares, equipos para el reciclaje de aguas residuales, entre otros, que permitan adoptar un enfoque más circular, sustentable, optimizar recursos y aumentar en rendimiento de la producción industrial de alimentos sin descapitalizarse.
La economía circular es un modelo de producción y consumo que se caracteriza por el uso eficiente de los recursos naturales, con el fin de reducir al máximo tanto el consumo como el desperdicio, que implica compartir, arrendar, reutilizar, reparar, renovar y reciclar los materiales y productos existentes durante el mayor tiempo posible. Este modelo de producción busca proteger la biodiversidad y combatir el cambio climático. Un ejemplo de economía circular es la utilización de estiércol para la generación de biogás.
Hoy en día un gran número de consumidores están prefiriendo el consumo de alimentos producidos de manera local o en traspatios, de preferencia en granjas o huertas que no utilicen pesticidas y herbicidas para el control de plagas y malezas, u hormonas para el crecimiento de los animales ya que estos han demostrado tener efectos negativos en la salud humana además de ser un factor de contaminación del suelo y el agua, productos que adquieren un valor agregado, por ser considerados productos orgánicos. Consumir productos en negocios locales, con el sello “orgánico”, favorece a la reactivación económica, pertenencia de las comunidades y crea resiliencia en ellas, generando un gran impacto socioeconómico.
Una comunidad con economía sostenible también puede brindar más empleos a sus integrantes y estimular a otros sectores productivos, por ejemplo, de acuerdo con datos del INEGI, los negocios locales como cafeterías, restaurantes, cocinas económicas, entre otros, representaban el 72% del empleo y el 52% del PIB en México. Impulsar el comercio local podría acelerar el proceso de recuperación económica gracias a que coloca el dinero en circulación a nivel local, además de que aumenta el número de personas que participan de la economía.
Por otro lado, el comercio local “orgánico” también se distingue por su responsabilidad con el medio ambiente, debido a que utiliza menos empaque, embalaje y transporte. Esto reduce las emisiones de CO2 y la basura que genera, a diferencia de los productos que tienen que ser transportados en trenes, barcos o aviones generando una mayor huella ambiental y costos para el consumidor final.
El Estado de México enfrenta retos importantes debido a su crecimiento urbano, y estos serán en el procesamiento, transporte, almacenamiento y la distribución de los alimentos. En el Estado existen dos grandes grupos de productores: aquellos a gran escala que compiten tanto nacional como internacionalmente y cuya productividad es relativamente alta, y los que producen para autoconsumo a mercados locales. Es necesario encontrar mecanismos que incorporen a estos últimos a las cadenas de valor en sus respectivos cultivos. Esto implica que las cadenas de valor tengan que estar mejor integradas y contar con una logística que impacte en lo menor posible a los pequeños productores. Por otro lado, la producción intensiva de productos ha generado presiones ambientales, muchas de ellas con daños irreparables agotando los servicios ecosistémicos que se brindaban.
Es fundamental que el sector agropecuario mexiquense sea considerado como una prioridad para el desarrollo del Estado, el asegurar la alimentación para nuestra población debe ser un principio básico, además de los beneficios en la generación de empleos, derrama económica, generación de divisas, y mayor crecimiento y bienestar para toda la población, se atendería verdaderamente la prioridad de reducir la dependencia alimentaria, la pobreza y uso sostenible de los recursos existentes.