Una espiral de autodestrucción se cierne sobre la humanidad si no cambiamos la percepción del riesgo de desastres naturales. Esta es la conclusión a la que llega el Informe de Evaluación Global (GAR2022) titulado ‘Nuestro mundo en peligro: Transformar la gobernanza para un futuro resiliente’ publicado por la Oficina de las Naciones Unidas para la Reducción del Riesgo de Desastres (UNDRR, por sus siglas en inglés).
Los especialistas concluyen que anualmente se registraron entre 350 y 500 desastres de media y gran escala a nivel global en los últimos 20 años. Las proyecciones indican que el número de este tipo de fenómenos llegará a ser de 560 anuales o de 1,5 diarios para 2030. En concreto, se pronostica que el número de sequías podría incrementarse en más del 30 % entre 2000 y 2030. Mientras, la cantidad de temperaturas extremas se ha elevado y podría casi triplicarse en 2030 en comparación con 2001.
En el último decenio disminuyó el número de afectados y de víctimas mortales por desastres naturales. Sin embargo, la escala y la intensidad de los cataclismos van en aumento. Así, en los últimos cinco años se registraron más decesos y damnificados por desastres que en el quinquenio anterior.
Los autores del GAR2022 vinculan el número de desastres existentes con una percepción errónea del riesgo que se basa en el optimismo, la infravaloración y la invencibilidad, lo que se traduce también en desaciertos a nivel político, financiero y de desarrollo, se detalla en el comunicado de la UNDRR.
“El mundo necesita hacer más para incorporar el riesgo de desastres en la forma en que vivimos, construimos e invertimos, ya que está llevando a la humanidad a una espiral de autodestrucción. Debemos convertir nuestra complacencia colectiva en acción. Juntos podemos frenar el ritmo de los desastres evitables mientras trabajamos para alcanzar los Objetivos de Desarrollo Sostenible para todos, en todas partes”, acentuó Amina J. Mohammed, vicesecretaria general de la institución mundial.
“Financiando eficazmente su propia destrucción”
En términos de bajas económicas, los países en vías de desarrollo son los más golpeados por cataclismos con una merma anual de su PIB del 1 % por término medio. Para las naciones de Asia-Pacífico las pérdidas son incluso más considerables con una disminución anual del PIB del 1,6 % de promedio. Mientras, los países desarrollados pierden solo entre el 0,1 % y el 0,3 % del PIB.
Uno de los factores que agravan la situación es la escasa tasa de seguros. El informe reveló que desde 1980 solo el 40 % de las pérdidas por calamidades estaban aseguradas. El nivel de cobertura aseguradora en los países en desarrollo era con frecuencia inferior al 10 % y en ocasiones se acercaba a cero.
“Al ignorar deliberadamente el riesgo y no integrarlo en la toma de decisiones, el mundo está financiando eficazmente su propia destrucción. Los sectores críticos, desde el gobierno hasta el desarrollo y los servicios financieros, deben replantearse urgentemente cómo perciben y abordan el riesgo de desastres”, sostiene Mami Mizutori, jefa del UNDRR.
Consejos y ejemplos
El documento aborda también el cambio climático y el alza de fenómenos meteorológicos extremos como consecuencia de él. En particular, se insta a elaborar los presupuestos nacionales, teniendo en cuenta los riesgos y la incertidumbre. Para reducirlos, se propone igualmente reconfigurar los marcos legales y financieros.
Por otra parte, se ofrecen ejemplos exitosos que contribuyen a la disminución de desastres. En particular, destacan el caso de Costa Rica y su introducción en 1997 del impuesto sobre el carbono en los combustibles. Aparte de los beneficios económicos, el país logró frenar la deforestación. Al mismo tiempo, apostó con éxito por las energías renovables, que en 2018 constituían el 98 % de la electricidad producida.