Es cosa útil estudiar la secuencia habitual de los diferentes estratos dentro de la tierra, conocer sus emplazamientos y la índole de las inmediaciones, saber dónde podemos encontrar un mineral en cuya vecindad puede haber otro que estemos buscando…
Thomas Jefferson, presidente norteamericano (1743-1826)
Ciertamente alentaría a los empresarios que buscan oportunidades para ingresar al negocio del litio. Creemos que vamos a necesitar ayudar a la industria en este frente.
Elon Musk
El litio, si bien es uno de los primeros elementos químicos en la tabla periódica, no es el más abundante en la corteza terrestre. En los últimos años su abundancia parece haberse trasladado a las noticias tanto nacionales como internacionales. Y la semana pasada no fue la excepción tras la reforma a la Ley Minera aquí en México, la cual se interpretó como una “renacionalización” del litio en el golpeteo político, toda vez que el Artículo 27 de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos contempla en un párrafo reformado en 1960 que:
Corresponde a la Nación el dominio directo de todos los recursos naturales de la plataforma continental y los zócalos submarinos de las islas; de todos los minerales o substancias que en vetas, mantos, masas o yacimientos, constituyan depósitos cuya naturaleza sea distinta de los componentes de los terrenos, tales como los minerales de los que se extraigan metales y metaloides utilizados en la industria; los yacimientos de piedras preciosas, de sal de gema y las salinas formadas directamente por las aguas marinas; los productos derivados de la descomposición de las rocas, cuando su explotación necesite trabajos subterráneos; los yacimientos minerales u orgánicos de materias susceptibles de ser utilizadas como fertilizantes; los combustibles minerales sólidos; el petróleo y todos los carburos de hidrógeno sólidos, líquidos o gaseosos; y el espacio situado sobre el territorio nacional, en la extensión y términos que fije el Derecho Internacional.
En las reformas y adiciones a la Ley Minera del pasado 20 de abril, el Artículo 5 Bis establece:
Se declara de utilidad pública el litio, por lo que no se otorgarán concesiones, licencias, contratos, permisos o autorizaciones en la materia. Serán consideradas zonas de reserva minera aquéllas en que haya yacimientos de litio.
Se reconoce que el litio es patrimonio de la Nación y su exploración, explotación, beneficio y aprovechamiento se reserva en favor del pueblo de México.
Las cadenas de valor económico del litio se administrarán y controlarán por el Estado a través del organismo público señalado en el artículo 10 de esta Ley.
El Servicio Geológico Mexicano auxiliará al organismo público descentralizado encargado de la exploración, explotación, beneficio y aprovechamiento del litio en la ubicación y reconocimiento de las áreas geológicas en las que existan reservas probables del litio.
En la exploración, explotación, beneficio y aprovechamiento del litio y de sus cadenas de valor será deber del Estado mexicano proteger y garantizar la salud de los mexicanos, el medio ambiente y los derechos de los pueblos originarios, comunidades indígenas y afromexicanas.
Estas noticias han traído consigo un renovado interés en las cifras asociadas al litio, bautizado ya como el “oro blanco” en un intento de contraponerlo al “oro negro” (petróleo) que, dicho sea de paso, ayudó (nos guste o no) a construir el México que conocemos. El creciente mercado de los automóviles eléctricos (principalmente Estados Unidos, Europa y China) y dispositivos electrónicos que requieren el uso del litio para los componentes de sus baterías ha creado una fuerte demanda de este elemento.
El litio no se encuentra puro en la naturaleza debido a su elevada reactividad sino formando compuestos con otros minerales, y se ubica en el lugar 33 de los elementos más abundantes en la corteza terrestre. En este sentido, los países que cuentan con las mayores reservas (estimadas) de litio a nivel mundial son: Chile, Australia, Argentina, China y Estados Unidos. Sin embargo, cuando se habla del litio como recurso mineral de un país, es decir, países que cuentan con zonas geográficas con perspectivas razonables de una futura extracción viable económicamente, se tiene que Bolivia ocupa el primer lugar, Argentina el segundo y Chile el tercero; el denominado “Triángulo del litio”. En cuarto y quinto lugar se ubican Australia y China; en noveno lugar está México.
De estos países, la terna formada por Australia, Chile y China, produjeron en 2020 el 86 % de litio que circula en el mundo. Si Bolivia posee tanto litio, ¿por qué no figura en los diez primeros lugares de los países productores de litio? Quizá se deba a su política de estatizar la producción del litio, proceso que data del 2008, durante la administración de Evo Morales. La promesa fue que la economía boliviana despegaría con el “oro blanco”, lo cual, lamentablemente, no ha ocurrido. Después de invertir más de $940 millones de dólares en todos estos años, las exportaciones están muy lejos de proveer una derrama económica que permita el retorno de la inversión pagada con dinero público. La administración y producción del litio en manos del estado no está funcionando.
Por otro lado, en Argentina y Chile la producción de litio se encuentra administrada por multinacionales, las cuales invierten de su bolsa y corren con los riesgos y, en el camino, generan empleo y ganancias. Moraleja: no sólo se trata de poseer por poseer, hay que saber qué hacer con lo que se posee. No se puede aprovechar el potencial económico del litio sin contar con la tecnología y recursos humanos especializados en este tipo de minería.
En el documento “Perfil del Mercado de Litio” de la Secretaría de Economía publicado en 2018 se menciona que “En 2016, las exportaciones mexicanas de litio únicamente fueron de $658 dólares. Por su parte, las importaciones fueron del orden de las 219 toneladas, las cuales representan un monto de $1.6 millones de dólares. A través de estas variables se establece que, en 2016, la balanza comercial presentó un déficit de $1.6 millones de dólares”. El camino luce largo y empedrado para convertir a México en una potencia productora de litio. Bolivia puede ser un espejo de lo que puede suceder en México de seguir por un camino de la explotación del litio controlado enteramente por el Estado: desarrollar tecnología propia económicamente viable, así como formar recursos humanos especializados en la producción de litio, tomará más de lo que resta del sexenio. Crear reglas claras para que las empresas que cuentan con la tecnología para explotar el litio se establezcan en México, y garantizar que se cumplan estas reglas en beneficio de todos, luce menos riesgoso para el bolsillo del contribuyente que apostar su dinero en algo en lo que el Estado no posee ninguna experiencia.
Ahora bien, pensemos en algo así como un plan B. Sabemos que el litio se emplea principalmente en baterías. También sabemos que obtenerlo es algo difícil por su baja abundancia: hay que procesar mucho material para obtener un poco de litio. ¿Es posible obtener una batería, pero con elementos más abundantes y que sea económicamente viable? Un profesor de Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT, por sus siglas en inglés) parece haber llegado a un compromiso entre metales relativamente abundantes y capacidad de almacenamiento energético a un costo competitivo.
Donald Sadoway creó una batería de metal líquido, la cual consta de tres componentes: un metal líquido de baja densidad, un metal líquido de alta densidad, y sal fundida. Inició financiando la idea y la participación de un estudiante de doctorado con un fondo semilla del MIT. Tras mostrar los primeros resultados prometedores, el sector privado y el gobierno federal comenzaron a financiar más personal hasta formar un grupo de 20 personas entre egresados, estudiantes de licenciatura y postdoctorados. Con ellos, comenzó a escalar la tecnología, probando con nuevas mezclas de elementos químicos y sales fundidas. Para acelerar el ritmo de escalamiento, decidieron crear una compañía en 2010 a la que llamaron The Liquid Metal Battery Corporation (actualmente Ambri), donde parte del dinero provenía de Bill Gates. En agosto de 2021, Ambri logró una inversión de $144 millones de dólares por parte de una empresa de energía solar para comenzar a construir instalaciones en Estados Unidos y otras partes del mundo para comenzar a competir en el mercado del almacenamiento de energía. Poco a poco, van consolidando su presencia en el sector de baterías.
El desarrollo del profesor Sadoway corresponde al campo de la electroquímica. En México contamos con un Centro de Investigación y Desarrollo Tecnológico en Electroquímica (CIDETEQ). Pero ¿se tiene la capacidad de desarrollar este tipo de baterías de metal líquido? Contacté a uno de los investigadores del CIDETEQ, y me comparte que “están trabajando la definición de diferentes composiciones para el desarrollo de baterías de metal líquido de bajo punto de fusión y de alta eficiencia”. El conocimiento y el recurso humano ya está en el CIDETEQ, falta que se involucre también el sector privado e invierta para que las investigaciones continúen. Si Ud. es un empresario con visión de futuro, la prueba de concepto ya se probó (ahí está Ambri), así que los riesgos son menores; su inversión podría catalizar un desarrollo tecnológico con un enorme potencial económico: el almacenamiento de energía que no depende por completo del litio.