Autor: Dr. José Martín Méndez González
Una invención menor cada diez días, y una grande cada seis meses, o algo así.
Thomas Alva Edison (1847-1931). Sus expectativas de producción en el nuevo laboratorio.
En mi columna anterior, a propósito del anteproyecto de la nueva Ley de Ciencia y Tecnología, y en específico el segundo párrafo del Artículo 36 donde se puede leer que “Por tratarse de obras de interés para el patrimonio cultural nacional, el Consejo Nacional será el titular de los derechos de propiedad intelectual derivados de las actividades y proyectos que financie, salvo pacto en contrario y sin perjuicio de los derechos morales implicados”, comenté brevemente, por un lado, sobre el clima de preocupación que existe entre la comunidad académica por el impacto negativo que tendría la aprobación del anteproyecto: menores incentivos para innovar y desarrollar productos y/o servicios de base tecnológica que se pueden explotar comercialmente a través de patentes o licenciamientos de tecnología.
Por otro lado, a manera de contrapeso, también mostré el ejemplo del profesor Robert Langer quien, a lo largo de más de 30 años en el Instituto Tecnológico de Massachussets (MIT, por sus siglas en inglés) ha sido capaz de dirigir un laboratorio cuya investigación va de la academia a la explotación comercial en tiempos récord, generando miles de millones de dólares a través del licenciamiento de tecnología y explotación comercial de sus patentes. Como regla general, Langer se involucra en proyectos basados en su impacto potencial en la sociedad; en otras palabras, en lugar de enfocarse en el número de dólares que potencialmente puede generar su invención, decide enfocarse en el número de personas que podrían ayudar con su invención. De esta manera, si la invención es lo suficientemente buena para hacer una gran diferencia, los inversores y los clientes vendrán junto con su dinero. Y como lo demuestra el caso de Langer, no es descabellado que la invención científica genere dividendos que pueden llegar a competir o superar el Producto Interno Bruto (PIB) de países enteros.
Ahora bien, si México tiene científicos de nivel internacional, ¿por qué es tan difícil que la ciencia hecha en México rinda frutos comerciales? ¿Es porque el sistema de evaluación científico en México pone mayor énfasis en las publicaciones que en las patentes o start-ups? ¿O se trata de un asunto de cultural, de aversión al riesgo? Después de todo, las ideas son el capital del futuro, ¿qué se hace para promoverlas y protegerlas, para que florezcan y generen una derrama económica?
En México, existe el Instituto Mexicano de la Propiedad Industrial (IMPI), el cual tiene como misión “Garantizar que la intervención del Estado en el campo de la protección de los derechos de propiedad industrial, otorgue a sus titulares la seguridad jurídica necesaria para que el aprovechamiento legítimo de su capacidad creativa e inventiva promueva la inversión privada, la creación de empleos, el desarrollo económico, y en general, la competitividad del país.”
Los datos recopilados por el IMPI muestran que en un lapso de 28 años el número de patentes se ha duplicado prácticamente, es decir, de 8,212 registradas en 1993 se registraron 16,161 en 2021. En ese periodo de tiempo, ¿qué estados son los que más patentes generan? En primer lugar, se ubica la Ciudad de México (270), y le sigue el Estado de México (56); en tercer lugar, está Jalisco (48); cuarto, Nuevo León (37); quinto, Guanajuato (16); y siguen los estados de Morelos, Querétaro y Veracruz con 12 patentes; el resto es menor a esos números, siendo Campeche y Chiapas las únicas entidades federativas sin registro de patentes.
En los datos recopilados por el IMPI se consideran ocho áreas tecnológicas, a saber: Artículos de Uso y Consumo, Técnicas Industriales Diversas, Química y Metalurgia, Textil y Papel, Construcciones Fijas, Mecánica-Iluminación-Armamento-Voladuras, Física, y Electricidad. En 2021, el número de patentes registradas para Artículos de Uso y Consumo (4,473), duplica prácticamente a las otorgadas para Técnicas Industriales Diversas (2,193). El tercer lugar de patentes otorgadas por área tecnológica lo ocupa Química y Metalurgia, con un total de 1,441 patentes; Física, y Electricidad se ubican en cuarto y quinto lugar, con 691 y 551 patentes, respetivamente. Los tres últimos lugares los ocupan Mecánica-Iluminación-Armamento-Voladuras (490), Construcciones Fijas (439), y Textil y Papel (91).
Otro dato que ofrece el IMPI es el registro de los titulares de patentes en México por país de origen, con 5 o más patentes. En el caso de México, los primeros 11 lugares los ocupan universidades y centros de investigación (la UNAM encabeza el listado), siendo Helvex S. A. de C. V. la primera y única empresa en el listado del 2021. En 2020, la única empresa listada fue Polímeros Adhesivos y Derivados S. A. de C. V., mientras que en 2019 no aparece listada ninguna empresa con 5 o más patentes, predominando nuevamente las universidades e institutos de investigación.
Ahora bien, de lo anterior surge la pregunta: ¿Cuántas patentes generadas con fondos públicos han sido licenciadas para explotación comercial? Envié esta pregunta por correo electrónico a la Dirección Divisional de Patentes del IMPI, y me confirmaron que, desgraciadamente, no se cuentan con esos datos. También contacté tanto por correo electrónico como en sus redes sociales al Centro de Estudios Económicos de CANACINTRA Sede Nacional, cuyo “principal objetivo es generar información económica actual, innovadora y de principal interés para los industriales de México”. No recibí respuesta alguna. En este sentido, hace falta en México bases de datos consolidadas y confiables que permitan ayudar a trazar un futuro en políticas públicas de ciencia y tecnología que trasciendan los sexenios.
A pesar de lo anterior, a finales de 2019 el IMPI participó en el proyecto IP Key América Latina: La contribución económica de la Propiedad Intelectual en México. El estudio tuvo la finalidad de cuantificar los beneficios que ofrece la propiedad intelectual, es decir, conocer cómo una patente, diseño, marca, etc., genera valor a un producto y/o servicio, así como sus retornos de inversión.
Los resultados del estudio se enfocan en lo que denominan Industrias Intensivas, las cuales se definen como “aquellas que tienen un promedio en el uso de formas legales de propiedad industrial (títulos de Derechos de Propiedad Intelectual-DPI) mayor a la media ponderada general, comparado con todas las industrias que también utilizan los DPI.” Resalto tan sólo algunos de los resultados hallados en el estudio:
- Las industrias intensivas participaron con 47.8% del PIB en México, el cual alcanzó un valor total de $24.2 billones de pesos.
- La contribución en el empleo directo e indirecto de las industrias intensivas en el uso de derechos de propiedad industrial fue de 17.6 millones de puestos, lo que representó el 33.6% del empleo total a nivel nacional.
- Las industrias intensivas en el uso de derechos de propiedad industrial contribuyeron con 74.7% del valor de las exportaciones.
Los datos obtenidos por el estudio muestran la relevancia económica que tiene la propiedad intelectual para México, y que debe seguir cultivándose para favorecer aún más la innovación.
Ahora bien, proteger las invenciones es una cosa, pero comercializar la innovación, tender el puente entre el mundo académico y el comercial haciendo circular el conocimiento generado a través de distintos niveles de audiencia, eso es harina de otro costal, y requiere también de perfiles humanos que puedan hablar dos “lenguajes”: el científico y el de los negocios. Esa clase de perfiles no se consiguen a la vuelta de la esquina, y tampoco se gradúan cada año de las Universidades públicas o privadas del país.
Un esfuerzo orientado para ayudar a la innovación a salir de sus fronteras académicas e insertarla en un nicho de oportunidad comercial que retribuya a la sociedad lo constituyen las Oficinas de Transferencia Tecnológica (OTT). En 2017, se constituyó como asociación civil una red de OTT a nivel nacional, cuyo propósito es el de “fortalecer el ecosistema de innovación, compartir esfuerzos y colaborar en acciones de interés común para el desarrollo y consolidación de la función de transferencia y comercialización de tecnología, visibilizar la oferta tecnológica de las Instituciones de Investigación Superior (IES) y buscar complementar experiencias en capacitación y movilidad, casos de éxito, seguimiento de indicadores de medición de la actividad, posibilidades de desarrollo de tecnologías entre las IES para optimizar economías de escala y crear una cultura en materia de propiedad intelectual.”
¿Qué tantas ganancias se han obtenido en la transferencia de tecnología? En la infografía que proporciona la página de la red de OTTs correspondiente al año 2020 se puede observar que los ingresos por contratos y licenciamiento de tecnología fueron aproximadamente por $12.5 millones de pesos, algo así como un 5 % de sus ganancias, ubicándola en tercer lugar por ingresos, mientras que el primer y segundo lugar son para los rubros de “Investigación y Desarrollo”, y “Asistencia Técnica”, los cuales, combinados, abarcan aproximadamente el 83 % de las ganancias. Como se puede notar, aún falta mucho trabajo por hacer para elevar el porcentaje de ingresos por contratos y licenciamiento a los niveles que son posibles como, por ejemplo, en el área biotecnológica (del orden de los miles de millones de pesos).
No olvidemos que el recurso más valioso que tiene un país son sus recursos humanos, en específico, las mentes de esos recursos humanos: allí es donde existe el potencial de generar ideas que pueden transformar todo un sector productivo. Como menciona Juan Lozano, director general del IMPI en el estudio IP Key América Latina, “la cristalización de los beneficios potenciales de estos procesos de innovación depende fundamentalmente de la interacción de diferentes factores de tipo económico, político, social e incluso cultural, entre otros”. La tarea no es trivial, pero si México no crea los engranajes que le permitan seguir girando en la maquinaria de la economía del conocimiento, terminará siendo un país que imita o manufactura las ideas de otros.