Bucha

Por Fernando García Cuevas

Los crímenes cometidos por el ejercito ruso en Ucrania son condenables por el ángulo que se pretenda analizar.

La población civil de la comunidad ucraniana de Bucha ha sido víctima del salvajismo del ejercito invasor que masacró a cientos de personas mediante tortura, violación, mutilación y disparos de arma en la cabeza de los caídos, en esta imperdonable invasión

Lamentablemente estos hechos ponen en evidencia una vez mas, el alto grado de inhumanidad que se inocula mediante la crueldad que sufren los caídos por violencia de todo genero, brotando como hierva mala entre nuestra vulnerada humanidad.

Este es quizás, momento para recordar algunas de las mas trágicas experiencias de crueldad e injusticia cometidas por la humanidad en diferentes momentos, que podemos conocer en libros de historia y documentales, que dan testimonio de los sucesos mas relevantes, con el propósito de no olvidar, y aprender, de esas lamentables experiencias y así evitar, que se cometerlas nuevamente.

Conocimos la terrible crueldad que se cometió sobre millones de victimas en el holocausto, con el apartheid, la esterilización forzada, las dos guerras mundiales, la interminable y dolorosa guerra civil en Siria, y en el Congo, solo por citar algunos ejemplos. Datos de la Fundación para las Relaciones Internacionales y el Diálogo Exterior, revelan que al menos, otras diez guerras están vigentes en pleno 2022.

Parece que poco o nada aprendemos de la historia.

La perversidad moral y la injusticia que se revela en las guerras, entre muchas otras infamias, lamentablemente, siguen ocurriendo en nuestros tiempos.
Los indignantes y dolorosos eventos ocurridos en Bucha, serán parte de los testimonios escritos y compartidos oralmente por testigos e investigadores que darán cuenta de los hechos. Sin embargo, el registro de esta tragedia, no será suficiente, sin escuchar y atender las voces de indignación y dolor de las victimas, así como, el reclamo por indemnización por los daños causados a la población afectada.

En su oportunidad se deberá legislar sobre una Ley de asistencia a las victimas de la invasión rusa en Ucrania y obtener las compensaciones justas para los perjudicados, como la que existe en Alemania, para la protección de las victimas del Holocausto, ocurrido durante la segunda guerra mundial.

La consigna es; alto a la guerra, reivindicación y justicia para el pueblo de Ucrania.

Ciertamente la inhumanidad del hombre contra el hombre es nuestro mayor pecado. Baste recordar que, algunos animales son salvajes, derivados de su instinto de supervivencia, pero no son crueles ni despiadados, sin embargo, el hombre, por su inhumanidad, puede ser cruel y hasta desalmado.

Por otro lado, los ciudadanos del mundo tenemos muchas preguntas.

¿Cuánto durará la guerra emprendida de Rusia contra la población de Ucrania? —no lo sabemos.

¿Cuántas muertes inocentes seguirán cayendo? —es algo que no se puede saber fácilmente. ¿Se castigará a él, o los responsables de estos crímenes? ¿Está en riego la paz mundial? ¿Se extenderá el conflicto armado a otras naciones?

¿La solidaridad humana con el pueblo de Ucrania y en favor de la paz, se manifestará contundentemente, o prevalecerá la insensibilidad a fuerza de la mal costumbre al caos?

Nuestra generación, en pleno siglo XXI inmersos en la sociedad del conocimiento, es disruptiva por excelencia. Aprendimos a lidiar con la pandemia, lucha que aún no termina.

Será conveniente aprender a lidiar con nuestra intolerancia y poner en práctica, la suma de talentos, voluntades y recursos disponibles para resolver problemas y desafíos comunes, como la guerra, la desigualdad, la ignorancia, pero sobre todo, el daño irreversible que le estamos infligiendo al nuestro hogar común, la Tierra.

La forma en la que los seres humanos organizamos nuestras vidas, debe cambiar, privilegiar el sentido de humanidad, alentando la compasión, la solidaridad humana, así como la indispensable cooperación entre los seres humanos y las poblaciones de todo el planeta.

Poner al centro del presente escenario que nos toca vivir, el presente y futuro de las nuevas generaciones, de las que son parte integral nuestros hijos, será el mejor detonante para hacer lo necesario, no solo para sobrevivir como especie, sino para construir fraternalmente, un futuro seguro para la sociedad global a la que pertenecemos.