¿Por qué la figura de Benito Juárez, o mejor dicho, su legado, pueden seguir siendo vigentes en una época en la que la narrativa del héroe parece haber perdido su fuerza y empuje? ¿Por qué importa esto en una época en la que los modelos sociales, políticos y económicos penden de un hilo y son cuestionados por todos los frentes?
Quizá lo sucedido a principios de esta semana en las redes sociales nos arroje un poco de luz sobre la importancia, no de Juárez per se, sino de lo que su herencia le dejó al país. Más allá de los claroscuros que todo los seres humanos, seamos figuras públicas o no, tenemos, la presencia en nuestra historia del oriundo de San Pablo Guelatao significó un punto de inflexión, un cambio de época y la entrada de nuestro país a la modernidad de aquel tiempo.
Él, junto con otros grandes visionarios del siglo XIX mexicano, como Sebastián Lerdo de Tejada, Justo Sierra, e incluso Porfirio Díaz, entre muchos otros, forjaron las bases de un país dispuesto a mirar al futuro, a estar a la altura de los tiempos, a modernizarse y crecer. En todos los sentidos. Si se logró o no, ese es otro debate. Lo que me interesa a mí es la labor de estos hombres y su ímpetu por generar y detonar cambios positivos para México.
Ahora bien, volviendo a mi comentario de las redes sociales, lo que pasó este lunes me entristeció mucho. Vi con asombro, y en algunos momentos con profunda repulsión, los interminables mensajes de odio y división que permean en muchos mexicanos. Estoy claro que las redes sociales no son el país, pero en cierto sentido reflejan mucho de nuestras filias y fobias y son, hoy por hoy, la válvula de escape para los deseos reprimidos de algunos.
El país es de todos. Y aunque sé que en términos prácticos para muchos no ha sido así, lo será menos si seguimos reproduciendo estas dinámicas sociales orientadas a segmentarnos y dividirnos.
Guardando las respectivas proporciones entre una época y otra, Juárez y los liberales de su tiempo lucharon por romper techos de cristal y por hacer de este un país más equitativo. Lo hicieron con los recursos que tenían a la mano y con las capacidades intelectuales, económicas y políticas de su época. Pero lo intentaron y pavimentaron un poco el camino para que el país abandonará ciertas prácticas anacrónicas y absurdas.
La demostración en redes de este lunes, parece volver a ese sistema de castas que los liberales del XIX lucharon por erradicar. Pareciera que como país nos va a costar mucho esfuerzo, trabajo y años, poder abandonar esa dinámica social de los unos y los otros, tanto en el discurso como en los hechos.
Sé que generar condiciones económicas más o menos equitativas para todos implica la ejecución de muchas acciones que para nada son sencillas, pero si desde la retórica colectiva insistimos en el uso y abuso de estas prácticas divisorias y obsesionadas con el código postal de las personas, ahí tampoco hay mucho margen de maniobra para que las cosas cambien.
Si algo hay que aprender del camino que hemos recorrido como país hasta ahora, es de las luchas, logros y fracasos que los protagonistas de nuestra historia han enfrentado. Estoy seguro de que muchos de ellos lo hicieron con el más genuino interés de beneficiar a los mexicanos.
Si la narrativa del héroe sirve para mantener vigente un poco de ese espíritu, entonces creo que vale la pena preservarla.