El repunte de la delincuencia organizada y el aumento en los niveles inseguridad, traducidos en las pérdidas humanas y los estragos económicos y sociales, así como la inseguridad derivada de las acciones del crimen organizado y la violencia en el hogar en México han provocado que disminuya la percepción de felicidad entre los mexicanos, de acuerdo a la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).
En este sentido es importante mencionar que a inicios del 2022 la percepción de inseguridad en el país aumentó al 65.8%, según la encuesta trimestral divulgada en enero por el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI). Esto significa que el 65.8% de la población de 18 años y más percibe que vivir en su ciudad es inseguro, un alza de 1.3 puntos porcentuales frente al resultado de hace tres meses, indicaron los resultados de la Encuesta Nacional de Seguridad Pública Urbana.
En el tema del coronavirus a inicios de año y de acuerdo a los datos de las autoridades sanitarias nacionales, en total, 300.101 personas han muerto por la enfermedad desde el inicio de la pandemia. Aunado esto a todas las implicaciones y restricciones a las que fuimos sometidos y que al día de hoy aún existen secuelas.
De acuerdo con Manuel González Oscoy, de la Facultad de Psicología de la UNAM, las mediciones que realizaron para la percepción de la felicidad se basan en el índice de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), que hasta 2019, es decir antes de la pandemia, situó a México en el lugar 23 de su ranking, pero actualmente su posición es más baja en conclusiones del especialista.
El propósito de medir la felicidad de forma subjetiva, está en considerar la sensación de auto bienestar y no solamente métricas económicas como parámetro de éxito social y desarrollo comercial y político.
En otras palabras, organizaciones globales, como la OCDE, están conscientes de que un mayor progreso, no solo debería significar bienestar económico y social, sino también sentido de propósito personal y felicidad, aunque signifique distintas cosas para diferentes regiones. Y es que ser el país más desarrollado no necesariamente se traduce en poblaciones más felices.
Si bien la pandemia ha alterado la forma en que las personas viven y cómo piensan sobre la vida. Comparando esta lista con otras anteriores a la pandemia, se puede vislumbrar que ha habido una frecuencia de emociones negativas y en consecuencia se ha detectado un incremento generado de los problemas de salud física y mental, una crisis laboral inédita y una ola de incertidumbre económica.
No hay que perder de vista que la felicidad no solo conlleva en un tema psicológico u orgánico si no que el deber de la seguridad como autoridades de la nación es precisamente es proveer certeza ante los retos súbitos como lo es una pandemia, empero, en el caso de la seguridad es un derecho al que todas y todos estamos a la espera de las garantías del Estado.
Los padres fundadores de una de las democracias más antiguas del mundo, señalaron en la Declaración de Independencia que “todos los hombres son creados iguales”, y que son poseedores de ciertos “derechos inalienables”, entre los que están el derecho a “la Vida, la Libertad y la búsqueda de la Felicidad”. Afirmaron también que “Para garantizar estos derechos, los Gobiernos se instituyen entre los hombres, resultando sus justos poderes del consentimiento de los gobernados”. En otras palabras, la legitimidad misma de una democracia y seguridad descansa en el ejercicio de un conjunto de derechos ciudadanos, entre los que se encuentran, explícitamente señalados, el derecho a la vida, a la libertad y a la búsqueda de la felicidad.
Mientras que el vínculo entre democracia y seguridad, así como la salud traducida en el derecho a la vida y a la libertad se ha analizado con algo más de detalle, poco se ha explorado su vínculo con la felicidad o como también se le llama, con el bienestar auto reportado, como también le llama el INEGI). En momentos en que en el mundo la democracia está bajo asedio por unos, en defensa por otros, bajo cuestionamiento por casi todas y todos, explorar cuál es la relación entre bienestar subjetivo y democracia nos da una mirada diferente, complementaria, sobre la salud de este régimen político.
La defensa por la democracia como régimen político de libertades y derechos, y como mecanismo de solución de los conflictos que naturalmente cohabitan en sociedades plurales y diversas —en cuya percepción tiene uno de sus asideros más importantes—, es valiosa en sí misma. Defender la democracia también es valioso por su relación con el bienestar subjetivo, porque es ahí, en democracia, donde las personas pueden buscar libremente su propia felicidad y la de sus comunidades.
Finalmente, en un sentido más humano y psicológico debemos tener una existencia activa, ser solidarios y vivir con un propósito para que la regulación y equilibrio de neurotransmisores, como la serotonina y la dopamina, nos asegure tiempo de felicidad. Hay que rodearnos de gente que nos quiere y querer a la que tenemos cerca, participar en proyectos y alcanzar pequeños objetivos; todo ello nos ayuda a crear la costumbre de la felicidad