Por: Fernando Alberto García Cuevas
La mayor parte de la humanidad transita por un periodo extremadamente complejo, en el que requiere sortear múltiples dificultades y peligros para sobrevivir, derivados de la desigualdad social, la creciente pobreza, la pandemia con todo y sus variantes y ahora, la invasión de Ucrania.
La inhumanidad, característica del ser inhumano, es causante de genocidios, barbarie, guerra y destrucción. Impulsos y rasgos derivadas de la falta de humanidad, que, a su vez, son consecuencia de la naturaleza espoleada por la desenfrenada codicia de poderosos insaciables que buscan conquistar cada vez más, mayor poder y riqueza.
La dualidad de componentes esenciales inherentes a nuestra especie, nos mantiene en permanente desafío.
Por un lado, la cualidad congénita para expresar compasión, y por el otro extremo, la crueldad, condición nativa del lado oscuro de la humanidad.
Crueldad y compasión, ingredientes inseparables del ser humano que están bajo la autoridad e impulsos del individuo que las posee.
La proporcional diferencia e influencia entre una y otra, está definida, por el estado emocional que posee cada sujeto, determinado por la madurez y cultura, el carácter individual y el autocontrol, que regulan la forma de ser de cada persona.
Vivimos tiempos de guerra, en pleno 2022 del siglo XXI.
Por primera vez en mi vida, observo en tiempo real, la invasión de una nación independiente y libre como es Ucrania, perpetrada, por determinación de la Federación Rusa, una de las mas grandes potencias militares del mundo.
La diferencia de posibilidades militares y condiciones emocionales entre una y otra población son inmensas. Por un lado, está el ataque, producto de la ambición política inmoral, y por el otro, las acciones de protección y defensa.
El tirano y la víctima, la historia de David y Goliat se ajusta, en este hecho, a la realidad contemporánea.
Es cierto que la opinión pública y las evidencias, han definido claramente al dictador y al héroe esta historia.
La comunidad global por su parte, se encuentra, bajo el temor, de que este conflicto, se degrade aún más, en indeseable guerra mundial, que tendría, lamentables consecuencias para la humanidad entera.
Es cierto que, la primera víctima de una guerra, es la verdad, seguida por la muerte de los jóvenes militares que intervienen en las acciones armadas. Lo peor de todo lo que se relata, son los daños imperdonables a la población civil de cada nación, que lamentablemente resulta ser, como en todos los casos similares, la mas dolorosa y triste víctima del conflicto.
Millones de personas de todas las edades, están siendo perjudicados por esta guerra.
Las pérdidas humanas y económicas a la fecha, son incalculables.
Las imágenes proyectadas en los medios de información, rescatan algo de la verdad extraviada, entre los escombros, de la otra guerra, que es, la de las mentiras.
Los días transcurridos se cumulan en los diarios de guerra.
Día con día se registran lamentables pérdidas humanas, de niños, jóvenes, y ancianos. Mas de tres millones de personas, hasta ahora, han perdieron su hogar, patrimonio de toda la vida, marchándose de Ucrania, recorriendo senderos peligrosos en busca de un refugio seguro para ellos y sus hijos, en los territorios, de solidarias naciones colindantes y del mundo, que les ofrecen protección y cobijo.
Ante la deshumanización prevaleciente entre los agresores, es imperativo activar el freno de la compasión y el entendimiento. Dar la espalda a la indiferencia y activar la solidaridad universal contra la guerra.
Ciudadanos del mundo, alienten pronunciar sus voces protestando y exigiendo el cese de las agresiones. Promuevan movilizaciones contra la guerra, y mejor aún, respalden la contribución directa de personas y organizaciones humanitarias, que han viajado hasta los limites territoriales de Ucrania, llevando ropa y alimentos para los refugiados que siguen huyendo de su nación herida, cargando a cuestas, el patrimonio familiar creado a lo largo de su vida, que ahora, mal cabe apretujado en una bolsa, en tanto toman a sus niños de la mano, para conducirlos hasta un lugar que los ampare.
Es inmenso el dolor causado por la esquizofrenia de la guerra.
Dejará profunda huella en la humanidad, pero, sobre todo, en la población de Ucrania, inmensa víctima de la ambición imperdonable de un tirano.
En medio de estos tiempos de guerra, la reflexión con la que concluyo este articulo, sea que, no esperes mañana la llegada del arrepentimiento personal, por no haber hecho nada, a tiempo, para contribuir contra la guerra. Ahora es cuando, hacer, como bien escribió la poeta mexicana Ana María Rabatté:
«Si deseas dar una flor, no esperes a que esa persona muera,
para luego llenar de flores los panteones».
«Mándala hoy con amor…en vida hermano, en vida»