Es muy interesante reflexionar sobre el proceso de envejecer. Poco a poco lo que uno consideraba la punta de lanza de lo que sucede en la vida, se ha convertido en parte irremediable del pasado entre las nuevas generaciones.
Me acuerdo que alguna vez razoné que cuando cumpliese seis años todo iba a ser diferente, porque ya iba a ser lo suficientemente grande para liberarme de tantas cosas incomprensibles de la niñez. Y así sucedieron uno tras otro cumpleaños con pastelote e invitados felices corriendo por todos lados en la casa. El querido Duque, un pastor alemán muy noble y no muy bien educado, ladraba por cualquier cosa y mi papá le abría la puerta de la casa a las seis de la mañana para que se saliera a dar la vuelta a la cuadra. El Duque aproximadamente regresaba a las siete de la mañana ya todo relajado y feliz. El perro vivió trece años con nosotros.
Luego estaban los hermanes, muy buena onda elles, personas nobles y llenes de vida, compañeros de y para siempre. Los tiempos de primaria estaban en su apogeo. Yo no sabía que el nivel socioeconómico de mis compañeritos de primaria era muy bajo y en realidad eso nunca importó. Rezar y aprender, era la consigna implícita del famoso “Constancia y Trabajo”, en Leondres. Matemáticas, geometría y español eran los fuertes del colegio. Ganábamos concursos a nivel nacional y aprendíamos la raíz cuadrada en primero de primaria, a manera de juego. Los grupos eran como de sesenta y cinco escuincles, los hombres separados de las mujeres en edificios distintos y nuestras maestras promediaban una edad de sesenta y cinco años. Todavía me tocaron a mí los reglazos correctores que formaban carácter y nos recordaba sutilmente el sufrimiento eterno de nuestro señor Jesucristo en la cruz, mismo que estaba ahí clavado por nuestra culpa, por nuestros pecados, aunque no pasáramos de los 12 años de edad.
Luego vino la escuela militar en California, USofA. La noción de orden y progreso fue inculcada diariamente. Y me encantó. Aunque eso de saludar diario a la bandera gringa, pues como que no me cuadraba mucho, qué más que la verdad. Ahí me tocó defender con mis puños las políticas expropiacionistas de Echeverría ante puro hijo de terrateniente mexicano del norte del país. También le partí su máuser al cadete Fionan Ganon y cómo disfruté eso, por el amor de dios.
Después vino la educación jesuita de secundaria y preparatoria, también en Leondres. Durante la secundaria vino el descubrimiento de una buena parte de los amigos locales con los que a la fecha mantengo el contacto. En tercero de secundaria nos incorporaron al salón a tres lindas chicas, mismas que venían de ser expulsadas del Colegio Miraflorecitas, mismas que ipso facto se pusieron a coordinar el desmadre en el salón lleno de puros hombres jóvenes e ingenuos. Ciertamente, la huelga estudiantil de tercero de secundaria no la organizaron ellas. Dicha huelga, que duró un día, fue una experiencia maravillosa en términos de aprendizaje in situ sobre la movilización política de los individuos. Se le agradece a los jesuitas la enorme paciencia que nos tuvieron a este respecto.
Luego vino la preparatoria. Ahí tuve profesores magníficos y profesores bien chafatronix. La prepa ya era mixta y yo la recuerdo con gran cariño, no obstante una buena parte de mis compañerites no les quedó la más mínima intención de recordarme. Ahí tomé una de las decisiones más importantes de la vida: estudiar economía en el Instituto Tecnológico Autónomo de México. Yo ya había decidido estudiar economía desde los doce años, razón por la cual aparentemente reprobé tres veces los exámenes de orientación vocacional en tercero de prepa. Yo ni siquiera sabía que el examen se podía reprobar y el psicólogo de la prepa tampoco sabía que se podía reprobar el examen tres veces consecutivas. Fue el buen René Morales, profesor ameno de Marxismo Camuflageado, el que me recomendó que fuera al ITAM. Yo le pregunté por qué el ITAM y él me respondió: porque ahí hay mucha gente como tú. Y creyó que se había desecho de mí…
Fue en esta época, entre los doce y los dieciocho años de edad, que mi noción del mundo pasó de algo enorme y difícil de asimilar a algo no tan grande y extremadamente curioso como para no investigarlo en toda su extensión, sobre todo la mental. El futuro era maravilloso y muy lejano. La Ciudad de México ofrecía mil y una oportunidades de crecimiento y auto conocimiento. La formación de conciencia rumbo a la felicidad cotidiana llegó poco a poco en mi estancia de posgrado en la Ciudad de Nueva York. También durante esta época y en los próximos 20 años se prestaron las circunstancias para que pudiese viajar yo alrededor del mundo: 44 países y un poco más de 235 ciudades, pueblos, comunidades y lugares relativamente dignos. Mis lugares favoritos: Alemania, Israel, la Unión Soviética, Marruecos, Seattle, Moscú, Auschwitz, Guanajuato capital, Cracovia, Paris, Arles, Helsinki, Egipto, Guatemala, Barcelona, Nueva York, Tokio, Singapur, Bangkok y Amealco de Bonfil.
En términos políticos, mi formación comenzó a los 8-10 años cuando mi sacro santa madre me platicaba sobre las ventajas para la humanidad de que existieran líderes con los destos bien puestos, como el Ché Guevara y el buen Fidel Castro. Luego vino Echeverría con su populismo bien manejado que nos dejó un mal sabor de boca con la devaluación de 1976. En esa época nada se sabía que Echeverría era también un informante de la inteligencia estadounidense. A mí me quedaba claro en esta época que en México había de todo, menos democracia. Conforme avanzaba en mis estudios me adentraba poco a poco a la realidad latinoamericana y las acciones cínicas encubiertas de la CIA durante los 60s-80s. En Guanawashington siempre ganaba el PRI, por más corruptos y rateros que fueran, hasta que ganó el PAN en los 80s y luego siempre ganó el PAN, por más que rebuznase su dirigencia y gobernantes emanados de la misma.
En el ITAM también fui feliz, a mi manera. Lo que para algunos de mis compañeritos fueron ofensas imperdonables, para mí fueron juegos idiotas con idiotas. Ciertamente, conocí gente muy interesante, gente con la que actualmente mantengo una amistad muy sólida y realista. En cuanto acabé la carrera de economía, fui con mis padres y les entregué el título. Les di las gracias y les dije que no me había gustado la experiencia y que no pensaba vivir de la economía. Mis palabras me las tragaría 25 años después sin inconveniente alguno…
Después vino la experiencia neoyorkina. Primero la maestría en Administración y Políticas Públicas y luego el doctorado en Ciencia Política, ambos en la Universidad de Columbia. Época mágica, donde me divorcio por primera vez y disfruto Nueva York solterito y completamente disponible para los estudios y el relajo moderado. Mi juventud en todo su apogeo y sobre todo con un futuro brillante y casi perfecto por delante. Ahí también descubrí la belleza constructiva de las citas con los psicólogos. Leía lo que se me pegaba la gana y mis restaurants favoritos eran los asiáticos y los judíos. Antes de Nueva York había trabajado en la campaña política de Ernesto Zedillo (honesto y sencillo), en el equipo de comunicación política. En lo personal yo ya tenía un proyecto de vida cuando Zedillo llega a la presidencia y decidí partir a Nueva York. Una parte de mi liquidación y bono por haber ganado la presidencia, pues la tuve que “donar voluntariamente” para que las secretarias y los choferes recibieran alguna compensación monetaria por su labor durante la campaña presidencial. ¿A poco no alcanzaba para pagarles a ellos su liquidación y su bono? ¿Qué habían hecho con el dinero los de arriba? Esto último me dejó pensando sobre si en realidad quería regresar al Revolucionario Institucional al término de mis estudios de posgrado: si uno no tenía padrino político, uno parecía condenado a picar piedra eternamente, con o sin estudios de posgrado. Y si uno tenía padrino, pues los estudios de posgrado salían sobrando. La psicóloga Doris, de la Universidad de Columbia me arrojó luz al respecto: regresar a un partido político mexicano (que además perdería la presidencia de la República ante Vicente Fox durante mi estancia en Columbia) con mi doctorado en Ciencia Política en la mano, otorgado por una de las mejores universidades del mundo… ¿Cómo para qué? ¿Es que acaso yo era masoquista o estaba bien pendejo o qué?
Y bueno, pues se me ocurrió que no estaba pendejo y que bien podría seguir con mi destino y hacer lo que quisiera sin la necesidad de depender directamente de los vaivenes impredecibles de la política. Para eso también era la juventud y los pensamientos jóvenes catalizadores. Después vino el descubrimiento de dios a la mitad de la nada en Omaha, Nebraska. Poco a poco fui razonando sobre mi relación con dios, siempre dentro del marco de los programas de doce pasos. Poco a poco concluí algunas cosas importantes a este respecto a nivel personal: 1. No hay manera de razonar los asuntos de dios, ni los asuntos de la fe. 2. A dios le importa un cacahuate si escribimos dios o Dios. 3. Dios sin religión es perfectamente concebible. 4. La espiritualidad es mucho más poderosa que cualquier concepción de dios, no obstante, sin dios difícilmente habrá espiritualidad. 5. Jamás hay que subestimar a dios, ni a los humanos que creen en dios. 6. La única constante en la historia de la humanidad en relación a dios es que la mayor parte de los humanos siempre han creído en algún tipo de dios, sobre todo los nacidos antes de 1892. 7. Los pedófilos que cometen sus criminales actos en nombre o no de dios, merecen la pena capital de los hombres. 8. Es de sabios cambiar de opinión. 9. Gracias a dios, por cierto, dejé de tomar alcohol en 1999 y dejé de fumar tabaco en 2011.
Más adelante llegó el escepticismo sobre la política en general. No nada más era que no existe líder político perfecto, sino que la abrumadora mayoría eran completa y abruptamente imperfectos. En la actualidad, la mayoría de los líderes políticos están al servicio de los intereses, propios o ajenos. Las ideas en realidad no cuentan mucho, aunque tampoco se pueden subestimar las ideas en el devenir político de la humanidad. Temas como una catástrofe ambiental nunca aparecieron en el radar de mi juventud y ahora es un monstruo que carcome el futuro de mi descendencia. La paz del mundo fue algo dado por sentado en mi generación y en la actualidad, con el conflicto Rusia-Ucrania, bien puede resquebrajarse dicha realidad política de la humanidad a fuerza de múltiples y simultáneos hongos termonucleares. En cuestión de horas.
En fin, una cosa es segura. Generación tras generación se envejece y se desaparece. En la actualidad es casi imposible hallar un ser humano nacido en 1892. Y así, la humanidad envejece, año tras año, hasta ser alcanzada por su propio destino. “Y habréis de oír de guerras y rumores de guerras. ¡Cuidado! No os alarméis, porque es necesario que todo esto suceda; pero todavía no es el fin. Porque se levantará nación contra nación, y reino contra reino, y en diferentes lugares habrá hambre y terremotos. Pero todo esto es solo el comienzo de dolores”. Mateo 24:6-8; palabra de dios cristiano occidental contemporáneo.