TRANSFIGURADO, LUEGO DESFIGURADO

II Domingo de Cuaresma
Sacerdote Daniel Valdez García

Estimados todos!

La propuesta de reflexión de este día tiene dos palabras que son de suma importancia en nuestra vida cristiana, y en especial para la comunidad parroquial que dirijo como párroco, el Divino Salvador antiguamente se llamaba la transfiguración, de lo cual no habla el pasaje del Evangelio de este día.

La primera lectura, tomada del libro del Génesis, nos refiere la experiencia transformadora, que de alguna manera transfiguró el encuentro que Abraham tuvo con Dios, donde el sacrificio ofrecido un día será su hijo Isaac, el hijo de la promesa, cuyo sacrificio será inconcluso y que llevará al culmen Jesucristo, El hijo único de Dios Padre.

Nos va muy bien el pasaje tomado de la carta del apóstol San Pablo a los Efesios, dicho sea de paso mi carta favorita. En dicha carta en el capítulo 2, el apóstol San Pablo nos ofrece uno de los más hermosos himnos que se han escrito sobre el ser y la misión de Jesucristo, el cual «siendo Dios no reclamó sus derechos divinos, se anonadó asimismo», se dice en teología “Kenosis” para hablarnos de que se abajo , «se anonadó, y en una muerte y una muerte de cruz, por eso Dios lo exaltó sobre todo nombre, para que al nombre de Jesús toda rodilla se doble en el cielo en la tierra y en todo lugar»; pues en él somos configurados. Es decir, seremos transformados para hacer transfigurados pues somos miembros del Cuerpo místico de Cristo que es la iglesia.

Y el pasaje del Evangelio tomado de San Lucas, tiene su peculiaridad; mientras los otros evangelistas hablan del círculo cercano a Jesús diciendo Pedro, Santiago y Juan; San Lucas dice Pedro, Juan y Santiago; pone a Juan antes que a Santiago, seguramente porque son los 2 apóstoles con quienes más trato San Lucas. Estamos tan acostumbrados a citarlos de la otra manera, que incluso la traducción del pasaje de hoy para la liturgia no respeta el orden que tiene San Lucas y que les acabo de referir. Jesús y su círculo más inmediato subieron al monte para orar; nosotros tenemos esta experiencia todos los días en el altar. El altar significa “ alzado “, Es decir que es más alto, se trata de la mesa del sacrificio, de la mesa Santa, de aquella donde ponemos el cuerpo y la sangre de nuestro señor Jesucristo en la eucaristía, aquello que fue transformado de pan y vino en cuerpo y sangre divinos. También subimos con Jesús a ese altar. Eso es una transfiguración que en teología se dice transubstanciación, pues no cambia la apariencia ni el sabor del pan ni del vino. Sin embargo por la consagración, la obra y la gracia del espíritu Santo son transformados en comida y bebida de salvación. Que acto más noble y grandioso al que asistimos en cada celebración eucarística, el Divino Salvador transfigura el pan y el vino en su cuerpo y sangre divinos. Y algunos nos sucede como a Pedro, a Juan y a Santiago, nos da sueño, otros como Pedro proponemos sin saber lo que decimos, como aquello de hacer tres chozas. Seguramente que las personas que han vivido una experiencia de retiro piensan y hasta dicen “ que a gusto se está aquí “, Se quisieran quedar ahí y ser hospitalarios como Pedro que también propone hacer chozas para Elías y Moisés.

Lo más importante de este pasaje, como lo dice el prefacio de hoy, es que Jesús se transfiguró para apaciguar el escándalo de la Cruz en el corazón de sus discípulos. En pleno siglo XXI y tercer milenio, el escándalo de la Cruz sigue siendo motivo de discrepancia para los que no entienden con claridad esta transfiguración de Jesús que se lleva a cabo en la consagración de la santa misa, hay quienes se quedan sólo en los actos de piedad, en una tradicional representación de la semana Santa, en los ejercicios de cuaresma, pero no llegan a la sagrada comunión no se dan la oportunidad de ser configurados con Cristo para ser transfigurados en Cristo. Es un escándalo porque Jesús después de ser transfigurado en su pasión ha sido desfigurado, dice el profeta Isaías no quedó rasgo de su rostro, triturado, molido por nuestros crímenes, cargos sobre sí con nuestros pecados.

Yo sé que no soy el mejor, ni el especialista, pero soy un hombre que tienes experiencia de Dios, pues por el sacramento del orden me ha configurado para hacerlo presente, él me ha hecho pasar por el Viernes Santo para llegar a la gloria de la resurrección. Esa es la experiencia de todo bautizado, Sin Cruz no hay luz de resurrección; sin Viernes Santo no hay domingo de resurrección; amor que no se crucifica no fructifica.

Subamos cada día en la eucaristía al altar con Jesús, como cuerpo místico de Cristo que es la Iglesia, y seamos transfigurados por el que ha sido desfigurado para alcanzarnos la salvación, vivamos en nosotros mismos la gloria de la transfiguración que apacigua el escándalo que nos produce la cruz en nuestro propio corazón. Eso es la cuaresma, dejarnos transfigurar por Jesús para llegar a la gloria de la resurrección en la próxima pascua.

Amén, amén santísima Trinidad.