Los foros del Parlamento Abierto con motivo de la iniciativa de reforma al sistema eléctrico nacional son un ejercicio democrático sin precedentes en el país. En la medianía de su mandato, el Presidente sabe que esta será la última gran batalla que tendrá que librar su proyecto de transformación. Es este el último pendiente de la lista, y en términos de tiempos el único que Andrés Manuel López Obrador podrá concretar.
La reforma significará un hito para el país puesto que en ella están implicados una serie de intereses que determinarán el futuro del país. Su aprobación no es un asunto menor, por ello la relevancia que debería tener el Parlamento Abierto y las discusiones y argumentos que ahí se expongan.
Y en ese mismo sentido, pese al diseño de cada uno de los foros, que no me ha parecido del todo mal, tengo la sensación de que esta oportunidad histórica se está dejando pasar debido a que parece imposible encontrar coincidencias y tanto de un lado como del otro la cerrazón está impidiendo que el diálogo se imponga.
Por un lado tenemos a una iniciativa privada desarticulada y que no consigue unificar mensajes y posturas; envía señales equivocas en una dirección u otra y a nadie le queda claro qué busca, qué propone y qué alternativas puede ofrecer frente a la clara agenda de la 4T, que desde el día uno ha mostrado cierta ambivalencia con algunos sectores empresariales.
Del otro espectro, el del sector público, también existen algunas voces y posturas que poco abonan a lo que debería ser una discusión seria y con fundamentos, más allá de odas cargadas de sentimiento respecto a las bondades de la reforma.
Esa situación resulta frustrante puesto que pareciera que el ejercicio del Parlamento Abierto se está yendo por la borda ante la incapacidad de nuestros líderes para generar consensos. Mientras esto sucede, EU empieza a mover sus cartas y ya está en pie toda una estrategia de diplomacia en aras de conseguir algún tipo de acuerdo con el actual gobierno mexicano.
Y no estoy seguro de cuál podría ser la lectura final de todo esto si la reforma se negocia en terrenos ajenos al legislativo y con mayor influencia de los actores internacionales que de los nacionales, que hasta ahora no han sabido bien a bien leer las nuevas circunstancias políticas del país y ajustarse a ellas.
Los foros en los que se he debatido la iniciativa de reforma así como sus perjuicios y beneficios concluyen la última semana de febrero. Después tocará a la Cámara iniciar el proceso de aprobación y es ahí donde veremos si el Parlamento surtió o no efecto, si se escucharon todos los puntos de vista y si al final del día, amén de las negociaciones que se tengan que hacer entre el partido oficial y la oposición, los diputados legislarán tomando en cuenta a todos los ciudadanos.
Estaremos pendientes.