No hay enfermedad espiritual más punzante y dañina, como bien decía Don Luis de Gonzaga y Sevilla+, en su carácter de Presidente Decano de la Academia Mexicana de Derecho Internacional, que la de quienes trafican con la justicia. Viene al caso recordar que Don José Hernández, en su poema narrativo considerado ejemplar “El Gaucho Martín Fierro” (1872), escribió en verso: “Vaya el Juez a los estrados y al mercado el mercader, quién tal justicia procura juzgado debiera ser; porque en manos de bribones es peligrosa la ley”.
Con un elevado concepto de sus deberes internacionales Don Luis de Gonzaga y Sevilla+, no vacilaba en tener presente, como lo refería en aquél entonces Don Isidro Fabela en su “Casa del Risco”, ubicada en el Señorial Barrio de San Ángel; que si eran “gente de la justicia”, eran también “gente de la Nación” y que para servir bien a México, habría que saber resistir con voluntad a la corrupción y no caer en las tentaciones de ella; ambos como eminentes y probos internacionalistas jamás dejaron de protestar en defensa de la salvaguarda de la integridad de la Nación, sabedores de que la inmoralidad y corruptelas lesionaban el nombre de México ante la comunidad internacional.
De igual modo, los internacionalistas de mérito estaban versados en el conocimiento de las reglas y protocolos a seguir a fin de mantener el prestigio de México intocado y en el debido sitial de grandeza que nuestra Nación merecía y aún merece; cuando ese nombre era mancillado por ciertos fenómenos de corrupción que pudieran encenegar el prestigio de la justicia en la República, bien pronto actuaban para recuperar la dignidad degradada.
Así aconteció en el pasado, cuando el nombre de México apareció en un deshonroso séptimo lugar de una lista de diez en la que se tildaba a nuestra República como un País corrupto, por no respetar las normas contenidas en Tratados Internacionales concernientes a Derechos de Autor y Propiedad Industrial y dada esa voluntad emanada con la acción propiciada por Don Luis de Gonzaga y Sevilla+, el nombre de México desapareció de esa deshonrosa lista en sólo ocho meses. Para lograr ello se valió del Derecho Penal.
Mucha maledicencia se ha vertido contra el prestigio de México ante la comunidad internacional. Se nos tilda de corruptos y protectores del narcotráfico.
Siguiendo el ejemplo de aquél egregio internacionalista y con la ayuda del Derecho Penal, podemos limpiar esa insana imagen.
Ahora le compete a Don Marcelo Ebrad Casaubón, en su calidad de Secretario de Relaciones Exteriores de México, entender lo antepuesto.
Es cuánto.
Lic. Alberto Woolrich Ortíz
Presidente de la Academia de
Derecho Penal del Colegio de Abogados de México, A.C.