Democracia: cara y mala

Los mexicanos tenemos una democracia electoral cara y cada vez más ineficaz. Para este 2022, los partidos políticos recibirán cinco mil 821 millones de pesos de financiamiento público. Mucho dinero, como cada año, ¿a cambio realmente de qué?

Tras cada proceso electoral hay unos de existencia fugaz que pierden el registro por no reunir siquiera 3 por ciento de los votos. En 2020, los tres que estuvieron en esa situación nos costaron 485 millones de pesos que habrían servido para comprar 7.4 millones de dosis de vacunas contra COVID-19.

Más aún, todos los partidos obtienen otros beneficios a manos llenas, como el usufructo de los tiempos oficiales en radio y televisión desde la reforma electoral que impusieron en 2007, en la que, además, coartaron la libertad de expresión en aras de una equidad mal entendida.

Lo que hacen es difundir millones de spots propagandísticos de muy baja calidad, con mensajes insulsos y guerras sucias, dejando fuera las propuestas, sin pagar ni uno sólo de los 60 mil millones de pesos que vale conservadoramente todo ese tiempo aire en una campaña electoral federal, afectando así a una industria que mantiene casi 50 mil empleos e invierte continuamente en el país.

El viraje en el modelo de comunicación tendría que ser necesariamente hacia continuos debates reales y confrontación de propuestas claras. Contenidos en vez de intercambio de acusaciones sin sentido.

¿Y el árbitro electoral? En 2021, el INE gastó mil 228 millones de pesos en arrendamientos. Su estructura, en efecto, requiere de una presencia nacional, pero buena parte de todo ese dinero puede ahorrarse ocupando espacios en edificios públicos, por ejemplo.

En pleno siglo XXI, los comicios siguen siendo con casillas, miles de mamparas, millones de boletas y otros materiales, una costosa y compleja logística de distribución, y los votos se cuentan a mano. En la elección de 2020 se instalaron 161 mil casillas que costaron tres mil millones de pesos. Proceso tan ineficaz y obsoleto que abre la puerta a demasiadas suspicacias y deshonestidades.

¿Y la tecnología? Toda esa organización puede entenderse, si acaso, para las zonas más apartadas. Pero en los centros poblacionales, la inhackeable tecnología blockchain ha probado su gran eficacia, garantías de inviolabilidad y procesos transparentes a la vista de todos, todo el tiempo, al punto de que es la que soporta a las criptomonedas. El voto electrónico bien diseñado puede mostrar de inmediato los resultados absolutamente confiables de una elección y reducir los costos en más de 80 por ciento.

Hay sistemas electorales de costos diversos. En la última elección presidencial estadounidense se gastaron 11 dólares por cada elector, mientras que en Francia ese costo fue de 1.88 dólares, gracias a que las normas imponen límites estrictos. En México, los costos elevados en proporción con nuestra economía tuvieron que ver mucho tiempo con los candados contra la desconfianza.

Históricamente el INE y su antecesor, el IFE, fue una instancia importante para la legitimidad de las elecciones, luego de siete décadas de un partido hegemónico. Pero hay que renovarlo. Este año su presupuesto es de casi 14 mil millones de pesos y no es capaz de realizar una consulta, mientras los excesos inmorales en salarios desmedidos de altos mandos y los gastos superfluos son evidentes.

Queda clara la necesidad urgente de una reforma electoral que de paso se planteé otras preguntas: ¿qué nivel de escolaridad debe tener un representante popular? ¿Se necesitan realmente legisladores plurinominales que llegan al Congreso sin ser electos y terminan encabezándolo?

Es tiempo de evolucionar. Una democracia sólida es la base para una convivencia armoniosa.

POR ADRIANA DELGADO RUIZ
[email protected]
@ADRIDELGADORUIZ

 

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