Iniciamos un 2022 en medio de aguas internacionales turbulentas. La inflación no cede a nivel mundial, en México ya ronda el 8% y peor aún, los pronósticos es que incrementará conforme avance el año. Como hemos comentado, la inflación en sí no es mala y menos cuando se mantiene baja. Es la consecuencia natural de una economía dinámica que genera crecimiento en su Producto Interno Bruto.
Cuando los consumidores comienzan a demandar más bienes y servicios, cuando las empresas comienzan a invertir en infraestructura y el gobierno a gastar en programas sociales bien dirigidos, la economía empieza a crecer. La oferta de bienes y servicios lleva un desfase, es decir, tarda cierto tiempo en ajustarse para satisfacer la demanda. Y es natural que en ese proceso se genere una inflación moderada.
El problema se genera cuando hay inflación y no hay crecimiento. En este caso los economistas llamamos a ese fenómeno “estanflación”. Y aunque la mayoría de los países cerró el año con crecimiento, cuando se le descuenta la inflación éste se vuelve nulo o negativo.
La estanflación es el peor de los dos mundos: se asumen los costos de la inflación sin gozar de los beneficios de tener un crecimiento económico que genere empleo y riqueza. En ese punto se debe tener mucho cuidado con los instrumentos de política financiera y monetaria que utilicen los países.
En un escenario de estancamiento, los gobiernos tienden a implementar políticas fiscales expansivas, reduciendo impuestos e incrementando el gasto público, lo que conduce a una mayor inflación. En un escenario de alta inflación, los bancos centrales tienden a implementar políticas monetarias restrictivas, incrementando las tasas de interés, lo que conduce a mayor recesión. Es decir, se genera el riesgo de caer en un círculo vicioso.
Sin duda son muchos los factores globales los culpables de esos desbalances económicos, como lo son la pandemia del Covid, la crisis de los chips, el incremento en los precios de los energéticos, la caída del crecimiento de China después de tantos años de auge, una administración estadounidense que no acaba de convencer a su población, entre otros; pero también es cierto que las decisiones internas de cada país, así como sus programas y políticas, palian o exacerban el problema.
Las aguas del mar están movidas y a lo lejos se vislumbran nubarrones. Los retos y los peligros son similares para todos los barcos. Solo las naves que estén construidas con materiales de calidad y con solidez, y que cuenten con un capitán y tripulación con preparación, valentía y pericia podrán sortear la tormenta. Por eso es importante que nuestra economía se blinde y sus servidores públicos se preparen, para esta embestida y para las que vengan.
Y para acabar de descomponer el cuadro, una nueva ola de Covid arremete con furia. La ventaja es que no nos toma por sorpresa. Dos años de experiencia restan mucho a la incertidumbre. Sigámonos cuidando, sin frenar la economía. Los obstáculos son grandes, trabajemos en superarlos.