LA VIOLENCIA: SOBREVIVENCIA, FAMILIA Y CLAN

 

 

Pbro. Dr. Daniel Valdez García

 

 

1. VIOLENCIA INNATA. La naturaleza humana vive en constante lucha por la supervivencia, desde sus orígenes se ha enfrentado a los virus, bacterias y hongos que le anteceden en la existencia con millones de años; lo cual es aunado al tener que enfrentar la inclemencia de los fenómenos naturales, a los feroces animales y desconocimiento de la orografía. Las pinturas rupestres y la arqueología forense tienen mucho que aportar al respecto.

La violencia es necesaria como fortaleza innata en el ser humano para superar los obstáculos de distinta índole. Y bien dosificada es de vital importancia.

2. VIOLENCIA, PATRÓN CONDUCTUAL. La violencia surge ante la necesidad de supervivencia, pero también emerge o se repite como patrón conductal.

Remotamente podemos identificar un sencillo proceso sobre la capacidad de adaptación de parte del varón haciendo surgir la técnica, y la mujer con su capacidad de observación da origen a la experimentación, seguramente ha sido ella quien dio tratamiento a las pieles de los animales para limpiarlas y suavizarlas, al igual al observar a los animales que con ciertas indigestiones ingerían pastos o yerbas que contribuían a su alivio. El varón y la mujer prehistóricos, al parecer, creían que la vida venía de la menstruación de la mujer, incluso a sus difuntos los pintaron de color rojo. Luego hay la “creencia” de que son espíritus los que fecundan a la mujer, así surge el animismo. La mujer tiene un cierto empoderamiento y el varón la hace “diosa”, de tal forma que la primera imagen que hay sobre la divinidad, ante la asombrosa capacidad de la mujer para dar vida, es representada en “las Venus” de las pinturas o esculturas. Las primeras representaciones humanas se encuentran en el Paleolítico Superior, que es considerado el tercer y último período en que está dividido en Paleolítico o Edad de Piedra, dichas figuras se pueden fechar aproximadamente 30.000 A. C, las primeras figurillas femeninas aparecen con características muy precisas: cuerpo obeso, senos prominentes, barriga abultada y trasero enorme; y así prosigue el culto a la fertilidad con las Venus y después las representaciones fálicas. Algunos expertos que se dedicaron a investigar y analizar las sociedades Paleolíticas y Neolíticas concluyeron que existió un cultura matriarcal que con los años se fue convirtiendo en patriarcal, una de las autoras y arqueólogas que defiende ese postulado ed Marija Gimbutas y el paleoantropólogo Javier Angulo. Aquí surge una interesante línea de investigación del por qué el varón que había hecho a la mujer diosa la vuelve “bruja”.

Ante el proceso de animismo, culto a la fertilidad y el empoderamiento de la mujer sobre la transmisión de la vida, el varón se empodera para vencer el matriarcado y castiga a la mujer privándola de la intimidad genital. La mujer ante dicha necesidad es representada en especie de escobas que realmente significan la suplencia del falo. Estamos ante la emergencia dual entre la vida y la muerte, el bien y el mal, o sea el inicio de factores que favorecen la repetición de patrones de conducta con connotada violencia. Precisemos esta información que se desenvuelve entre los clanes de cazadores y recolectores, cuyos integrantes difícilmente llegaron a los 20 años de edad, según la arqueomedicina forense, entre otros investigadores está el paleoantropólogo Eudald Carbonell.

3. LA VIOLENCIA CON CARTA DE IDENTIDAD. Aunque en los últimos años hay oposiciones a interpretaciones sobre guerra y violencia en la prehistoria, porque aseguran que eso es propio de una sociedad jerarquizada. No hemos de perder la visión persistente en la prehistoria con sus propios conflictos, su violencia natural y las tendencias que irán tomando carta de identidad para agruparse y defender el clan, luego la tribu, de los desafíos naturales, así como de las propias desavenencias humanas, pues en cuanto mayor estado “salvaje” se encuentre el ser humano más fácilmente emerge la violencia en todas sus formas, y por su puesto que aún rudimentaria la jerarquización social prehistórica si fue una realidad.

Cada sociedad en la medida que evoluciona es más sofisticada en su actos de violencia, hoy en día se habla hasta del armamentismo ultrasónico, al respecto se ha hecho un profundo estudio sobre estos “clanes guerreros” prehistóricos por el francés Jean Guilaine.

Por supuesto, los roles no pueden ser identificados con toda claridad en la evidencias arqueológicas de la prehistoria, pero con la presencia del período lítico si se puede evidenciar la violencia en forma de misoginia, y la estructura sistemática que permite el homicidio por la ley de sobrevivencia y en defensa del clan-tribu. Al respecto está la evidencia de los restos en una necrópolis o de un asentamiento humano al que le sobrevino un contratiempo, falleciendo todos sus miembros; los hombres sí compartían línea genética mientras que las mujeres que les acompañaban no, ni entre ellas, ellas en mayor número. La lectura de dichos vestigios óseos muestran cómo los varones comunes practicaban lo que se podría denominar exogamia, quizás como ritual o donativo, secuestro o unión libre. Sea como sea era una comunidad donde los varones parecían tener el poder y la propiedad sobre las mujeres, evidencia de patriarcado, destaca en estos estudios de María Encarna Sanahuya.

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