El pasado 20 de octubre del año en curso, se cumplió el décimo aniversario del fin “oficial” y permanente de la violencia y el empleo de las armas de la banda terrorista autodenominada ETA (Euskadi Ta Askatasuna) “libertad para el pueblo vasco”.
ETA, de acuerdo con su primer acto terrorista en 1968, tomas las armas en contra del Estado Español que en ese entonces estaba en manos del dictador Franco, llamando la atención no solo de todos los españoles sino del mundo entero. El grupo armado surgiría, desde mi punto de vista por dos razones principales: 1) la represión de un gobierno dictatorial y; 2) el ultranacionalismo regional del país vasco y su pueblo. Buscaban su independencia.
Los primeros años ETA quizá no fueron tan duros como los últimos de su existencia formal hasta el año de 2018, pues la población española viviendo en una dictadura a priori pudo verse reflejada en ellos como una especie de “libertadores”, años después, particularmente después de la muerte de Franco, ETA sería reprochada y señalada por la sociedad española como asesinos y terroristas, ETA se convirtió en lo que tanto aborrecía: dictadores del terror disfrazado de nacionalismo, así como el mismo Franco hacía y decía.
Justo hace 10 años yo escribía una investigación sobre el partido político Sortu (simpatizante del brazo político e ideológico de ETA: la izquierda abertzale) en la que señalaba, incluso antes de que el Tribunal Constitucional lo legalizara, que la vía de la ilegalización no era una vía democrática pues el pueblo español, y en particular el pueblo vasco, no debía pagar con su libertad de elección política y democrática por unos cuantos radicales y violentos. Concluía que la vía democrática era mantener la pluralidad de los partidos políticos que incluía en ese momento a Sortu.
Sirva de ejemplo esta memoria histórica para no olvidar que, frente a los nacionalismos extremos y los populismos radicales, no queda más vía que la democracia y la paz, y que aquellos que intentan controlar con el discurso del miedo y el terror con la violencia física o verbal, no pueden ni deben tener cabida en las sociedades que se dicen civilizadas.
El dolor que causa la violencia es intolerable y me queda claro que las armas deben ser la última opción incluso cuando tu causa es justa, de lo contrario, entramos en terrenos que después de dos guerras mundial y cientos de atentados terroristas en todo el mundo, desafortunadamente no son tan desconocidos para la humanidad.
Que el miedo no perturbe nuestra paz y que sea la democracia la que en todo momento hable por nosotros. Por eso no se debe olvidar, por las víctimas y para que nada de esto se repita.
Carlos Gonzalo Blanco Rodríguez
@cgonblanc