Por Adriana Delgado Ruiz
El fracaso en Chicontepec fue la combinación de una estrategia fallida y mucha corrupción; producir un barril costó hasta 400 dólares
¿Es el campo petrolero de Chicontepec una obsesión por tropezar con la misma piedra? ¿Quitar la corrupción y los malos manejos de la ecuación será suficiente para que funcione? La causa de la situación financiera tan precaria que tiene a Pemex hundida desde hace años en la peor crisis son los fraudes. La experiencia en el norte de Veracruz es un ejemplo tangible. Se trata de un campo petrolero de 3800 kilómetros cuadrados, donde la extracción de petróleo y gas natural requiere de fracturación hidráulica, técnica conocida como fracking, que utiliza y contamina enormes cantidades de agua.
Durante la administración calderonista, el fracaso en Chicontepec fue la combinación de una estrategia fallida y mucha corrupción al punto de que producir un barril llegó a costar hasta 400 dólares y a lo más que llegó a venderse fueron 130 dólares. Para 2007 Pemex proyectaba 100 mil barriles diarios de crudo y si acaso alcanzó 30 mil, de acuerdo con los reportes que entregó a la Comisión Nacional de Hidrocarburos. Llegar a los 500 mil barriles diarios, que era el objetivo para el mediano plazo, terminó siendo solo un sueño. El pico más alto apenas llegó a los 70 mil.
¿Qué falló? Para empezar, que un pozo en el mar da 3000 barriles diarios mientras que uno en Chicontepec da 30, es decir que se necesitan 100 ahí para poner la producción al mismo nivel. La idea era perforar hasta 30 mil pozos, pero con inversiones cuantiosas de 21 mil millones de pesos anuales entre 2009 y 2014 lograron perforar apenas 2800. Peor aún, cada pozo declinaba tan rápido que dejaba de producir en seis meses en promedio y para rehabilitarlo había que hacer reparaciones también muy costosas, así llegó a haber hasta mil abandonados.
Toda esa operación rebasaba por mucho la capacidad de Pemex, que además invirtió muy poco en investigación e innovación para aminorar los costos. Las perforaciones y reparaciones fueron concesionadas a empresas que se embolsaron más de 48 mil millones de pesos entre 2007 y 2015 sin que todo ese dinero se reflejara en empleos para la población local, bienestar para la región, ni en las ventas petroleras.
Todavía más, teniendo aquí un prestigioso Instituto Mexicano del Petróleo, los laboratorios de campo encargados de investigar las técnicas más adecuadas para explotar el yacimiento fueron adjudicados directamente a empresas extranjeras que terminaron señaladas, una por haber dado sobornos a cambio de contratos en Asia y otra por haber inflado los precios de combustibles en contratos militares para el ejército estadounidense en Iraq.
Durante la siguiente administración, bajo el mando de Emilio Lozoya, Pemex continuó inyectando recursos en Chicontepec. Incluso proyectó un punto logístico de distribución de hidrocarburos para cobijar a los contratos petroleros que se licitaron. Nada de eso se tradujo en beneficios para el Estado.
¿Actualmente ya no es así? No del todo. A Chicontepec se le asignaron inversiones por más de 6 mil millones de pesos en los primeros dos años del gobierno actual, pero en 2020 no reporta datos de producción. Aun así, en este 2021 tiene asignados otros 6 mil millones.
¿Eliminar los llamados contratos leoninos, quitar la corrupción y hacer las cosas diferente será suficiente esta vez? Esas son las encrucijadas que enfrenta hoy la industria petrolera.
La magnitud de la crisis que enfrenta Pemex no solo se nota en las finanzas públicas y en lo insuficientes que resultan por grandes que sean los esfuerzos por rescatarla, sino en la economía de localidades como Poza Rica, en Veracruz, que de una economía pujante y con bienestar pasó a ser prácticamente un pueblo fantasma.
POR ADRIANA DELGADO RUIZ
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@ADRIDELGADORUIZ